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RVI: LAMENTACIONES

Referencias para la lectura:

-       Texto actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Texto entre comillas y asterisco «expresión»* refiere a una frase en español equivalente a la frase hebrea de dicho texto.
-       Subtitulado tradicional actualizado

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del hebreo.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.

LAMENTACIONES

Tristezas de Sion la cautiva
(Lm 1:1) ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias ha sido hecha tributaria.

(Lm 1:2) Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas. No tiene quien la consuele de todos sus amantes; Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.

(Lm 1:3) Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción y de la dura servidumbre; Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso; Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras.

(Lm 1:4) Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura.

(Lm 1:5) Sus enemigos han sido hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados, Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones; Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo.

(Lm 1:6) Desapareció de la hija de Sion toda su hermosura; Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor.

(Lm 1:7) Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien la ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos. La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída.

(Lm 1:8) Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida; Todos los que la honraban la han despreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás.

(Lm 1:9) Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin; Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.

(Lm 1:10) Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas; Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.

(Lm 1:11) Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.

(Lm 1:12) ¿No les conmueve a cuantos pasan por el camino? Vean, y observen si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor.

(Lm 1:13) Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos; Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás, Me dejó devastada [arruinada, desolada], y con dolor todo el día.

(Lm 1:14) El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano; Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis fuerzas; Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales no podré levantarme.

(Lm 1:15) El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes; Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá.

(Lm 1:16) Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas, Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma; Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció.

(Lm 1:17) Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele; Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos; Jerusalén fue objeto de abominación [cosa repugnante] entre ellos.

(Lm 1:18) Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé. Oigan ahora, pueblos todos, y observen mi dolor; Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio.

(Lm 1:19) Di voces a mis amantes, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida.

(Lm 1:20) Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas hierven. Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me rebelé enteramente [en gran manera, grandemente]. Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó la muerte.

(Lm 1:21) Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí; Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.

(Lm 1:22) Venga delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones; Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está adolorido.

Las tristezas de Sion vienen de Jehová
(Lm 2:1) ¡Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion! Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor.

(Lm 2:2) Destruyó el Señor, y no perdonó; Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob; Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Humilló al reino y a sus príncipes.

(Lm 2:3) Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel; Retiró de él su diestra frente al enemigo, Y se encendió en Jacob como llama de fuego que ha devorado alrededor.

(Lm 2:4) Entesó su arco como enemigo, afirmó su mano derecha como adversario, Y destruyó cuanto era hermoso. En la tienda de la hija de Sion derramó como fuego su enojo.

(Lm 2:5) El Señor llegó a ser como enemigo, destruyó a Israel; Destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas, Y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.

(Lm 2:6) Quitó su tienda como enramada de huerto; Destruyó el lugar en donde se congregaban; Jehová ha hecho olvidar las fiestas solemnes y los días de reposo en Sion, Y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.

(Lm 2:7) Desechó el Señor su altar, menospreció su santuario; Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios; Hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta.

(Lm 2:8) Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sion; Extendió el cordel, no retrajo su mano de la destrucción; Hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro; fueron desolados juntamente.

(Lm 2:9) Sus puertas fueron echadas por tierra, destruyó y quebrantó sus cerrojos; Su rey y sus príncipes están entre las naciones donde no hay ley; Sus profetas tampoco hallaron visión de Jehová.

(Lm 2:10) Se sentaron en tierra, callaron los ancianos de la hija de Sion; Echaron polvo sobre sus cabezas, se ciñeron de cilicio; Las vírgenes de Jerusalén bajaron sus cabezas a tierra.

(Lm 2:11) Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas, Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo, Cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad.

(Lm 2:12) Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres.

(Lm 2:13) ¿Qué testigo te traeré, o a quién te haré semejante, hija de Jerusalén? ¿A quién te compararé para consolarte, oh virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará?

(Lm 2:14) Tus profetas vieron para ti vanidad y locura; Y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio, Sino que te predicaron vanas profecías y extravíos.

(Lm 2:15) Todos los que pasaban por el camino batieron las manos sobre ti; Silbaron, y movieron despectivamente sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo: ¿Es esta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?

(Lm 2:16) Todos tus enemigos abrieron contra ti su boca; Se burlaron, y crujieron los dientes; dijeron: Devorémosla; Ciertamente este es el día que esperábamos; lo hemos hallado, lo hemos visto.

(Lm 2:17) Jehová ha hecho lo que tenía determinado; Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo. Destruyó, y no perdonó; Y ha hecho que el enemigo se alegre sobre ti, Y enalteció el poder de tus adversarios.

(Lm 2:18) El corazón de ellos clamaba al Señor; Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

(Lm 2:19) Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias; Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; Alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos, Que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.

(Lm 2:20) Mira, oh Jehová, y considera a quién has hecho así. ¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado? ¿Han de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?

(Lm 2:21) Niños y viejos yacían por tierra en las calles; Mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a espada; Mataste en el día de tu furor; degollaste, no perdonaste.

(Lm 2:22) Has convocado de todas partes mis temores, como en un día de solemnidad; Y en el día del furor de Jehová no hubo quien escapase ni quedase vivo; Los que crié y mantuve, mi enemigo los acabó.

Esperanza de liberación por la misericordia de Dios
(Lm 3:1) Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.

(Lm 3:2) Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz;

(Lm 3:3) Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.

(Lm 3:4) Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos;

(Lm 3:5) Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo.

(Lm 3:6) Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo.

(Lm 3:7) Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas;

(Lm 3:8) Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración;

(Lm 3:9) Cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos.

(Lm 3:10) Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijos;

(Lm 3:11) Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó desolado.

(Lm 3:12) Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta.

(Lm 3:13) Hizo entrar en mis entrañas las flechas [saetas] de su aljaba.

(Lm 3:14) Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días;

(Lm 3:15) Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.

(Lm 3:16) Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió de ceniza;

(Lm 3:17) Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien,

(Lm 3:18) Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.

(Lm 3:19) Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel;

(Lm 3:20) Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí;

(Lm 3:21) Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.

(Lm 3:22) Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.

(Lm 3:23) Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

(Lm 3:24) Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.

(Lm 3:25) Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.

(Lm 3:26) Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.

(Lm 3:27) Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.

(Lm 3:28) Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso;

(Lm 3:29) Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;

(Lm 3:30) la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.

(Lm 3:31) Porque el Señor no desecha para siempre;

(Lm 3:32) Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;

(Lm 3:33) Porque no aflige ni entristece «voluntariamente»* a los hijos de los hombres.

(Lm 3:34) Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,

(Lm 3:35) Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo,

(Lm 3:36) Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba.

(Lm 3:37) ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?

(Lm 3:38) ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?

(Lm 3:39) ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.

(Lm 3:40) Escudriñemos [inquiramos, analicemos] nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová;

(Lm 3:41) Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;

(Lm 3:42) Nosotros nos hemos rebelado, y fuimos desleales; tú no perdonaste.

(Lm 3:43) Desplegaste la ira y nos perseguiste; mataste, y no perdonaste;

(Lm 3:44) Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra;

(Lm 3:45) Nos volviste en oprobio y abominación [cosa repugnante] en medio de los pueblos.

(Lm 3:46) Todos nuestros enemigos abrieron contra nosotros su boca;

(Lm 3:47) Temor y lazo fueron para nosotros, asolamiento y quebranto;

(Lm 3:48) Ríos de aguas echan mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.

(Lm 3:49) Mis ojos destilan y no cesan, porque no hay alivio

(Lm 3:50) Hasta que Jehová mire y vea desde los cielos;

(Lm 3:51) Mis ojos contristaron mi alma por todas las hijas de mi ciudad.

(Lm 3:52) Mis enemigos me dieron caza como a ave, sin haber por qué;

(Lm 3:53) Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí;

(Lm 3:54) Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy.

(Lm 3:55) Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda;

(Lm 3:56) Oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros.

(Lm 3:57) Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas.

(Lm 3:58) Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida.

(Lm 3:59) Tú has visto, oh Jehová, mi agravio; defiende mi causa.

(Lm 3:60) Has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra mí.

(Lm 3:61) Has oído el oprobio de ellos, oh Jehová, todas sus maquinaciones contra mí;

(Lm 3:62) Los dichos de los que contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día.

(Lm 3:63) Su sentarse y su levantarse mira; yo soy su canción.

(Lm 3:64) Dales el pago, oh Jehová, según la obra de sus manos.

(Lm 3:65) Entrégalos al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos.

(Lm 3:66) Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová.

El castigo de Sion consumado
(Lm 4:1) ¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.

(Lm 4:2) Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro, ¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!

(Lm 4:3) Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros; La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto.

(Lm 4:4) La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed; Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.

(Lm 4:5) Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles; Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.

(Lm 4:6) Porque se aumentó la iniquidad [gran maldad e injusticia] de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.

(Lm 4:7) Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche; Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.

(Lm 4:8) Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles; Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.

(Lm 4:9) Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre; Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.

(Lm 4:10) Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos; Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.

(Lm 4:11) Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira; Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.

(Lm 4:12) Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.

(Lm 4:13) Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes, Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.

(Lm 4:14) Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre, De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.

(Lm 4:15) ¡Apártense! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apártense, apártense, no toquen! Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones: Nunca más morarán aquí.

(Lm 4:16) La ira de Jehová los apartó, no los mirará más; No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.

(Lm 4:17) Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro; En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.

(Lm 4:18) Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles; Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.

(Lm 4:19) Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo; Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.

(Lm 4:20) El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová, De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.

(Lm 4:21) Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz; Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.

(Lm 4:22) Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion; Nunca más te hará llevar cautiva. Castigará tu iniquidad [gran maldad e injusticia], oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados.

Oración del pueblo afligido
(Lm 5:1) Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido; Mira, y ve nuestro oprobio.

(Lm 5:2) Nuestra heredad [posesión] ha pasado a extraños, Nuestras casas a forasteros.

(Lm 5:3) Huérfanos somos sin padre; Nuestras madres son como viudas.

(Lm 5:4) Nuestra agua bebemos por dinero; Compramos nuestra leña por precio.

(Lm 5:5) Padecemos persecución sobre nosotros; Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo.

(Lm 5:6) Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan.

(Lm 5:7) Nuestros padres pecaron, y han muerto; Y nosotros llevamos su castigo.

(Lm 5:8) Esclavos [siervos, sirvientes] se enseñorearon de nosotros; No hubo quien nos librase de su mano.

(Lm 5:9) Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan Ante la espada del desierto.

(Lm 5:10) Nuestra piel se ennegreció como un horno A causa del ardor del hambre.

(Lm 5:11) Violaron a las mujeres en Sion, A las vírgenes en las ciudades de Judá.

(Lm 5:12) A los príncipes colgaron de las manos; No respetaron el rostro de los viejos.

(Lm 5:13) Llevaron a los jóvenes a moler, Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña.

(Lm 5:14) Los ancianos no se ven más en la puerta, Los jóvenes dejaron sus canciones.

(Lm 5:15) Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestra danza se cambió en luto.

(Lm 5:16) Cayó la corona de nuestra cabeza; ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.

(Lm 5:17) Por esto fue entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestros ojos,

(Lm 5:18) Por el monte de Sion que está asolado; Zorras andan por él.

(Lm 5:19) Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre; Tu trono de generación en generación.

(Lm 5:20) ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros, Y nos abandonas tan largo tiempo?

(Lm 5:21) Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; Renueva nuestros días como al principio.

(Lm 5:22) Porque nos has desechado; Te has airado contra nosotros en gran manera.



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