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RVI: 2ª REYES 1 - 9

Referencias para la lectura:

-       Texto actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Texto entre comillas y asterisco «expresión»* refiere a una frase en español equivalente a la frase hebrea de dicho texto.
-       Subtitulado tradicional actualizado

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del hebreo.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.

2ª de REYES

Muerte de Ocozías
(2R 1:1) Después de la muerte de Acab, se rebeló Moab contra Israel.

(2R 1:2) Y Ocozías cayó por la ventana de una sala de la casa que tenía en Samaria; y estando enfermo, envió mensajeros, y les dijo: vayan y consulten a Baal-zebub dios de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad.

(2R 1:3) Entonces el ángel de Jehová habló a Elías tisbita, diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los mensajeros del rey de Samaria, y diles: ¿No hay Dios en Israel, que van a consultar a Baalzebub dios de Ecrón?

(2R 1:4) Por tanto, así ha dicho Jehová: Del lecho en que estás no te levantarás, sino que ciertamente morirás. Y Elías se fue.

(2R 1:5) Cuando los mensajeros se volvieron al rey, él les dijo: ¿Por qué se han vuelto?

(2R 1:6) Ellos le respondieron: Encontramos a un varón que nos dijo: vayan, y vuelvan al rey que les envió, y díganle: Así ha dicho Jehová: ¿No hay Dios en Israel, que tú envías a consultar a Baalzebub dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que estás no te levantarás; de cierto morirás.

(2R 1:7) Entonces él les dijo: ¿Cómo era aquel varón que encontraron, y les dijo tales palabras?

(2R 1:8) Y ellos le respondieron: Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él dijo: Es Elías tisbita.

(2R 1:9) Luego envió a él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual subió a donde él estaba; y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo: Varón de Dios, el rey ha dicho que desciendas.

(2R 1:10) Y Elías respondió y dijo al capitán de cincuenta: Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta. Y descendió fuego del cielo, que lo consumió a él y a sus cincuenta.

(2R 1:11) Volvió el rey a enviar a él otro capitán de cincuenta con sus cincuenta; y le habló y dijo: Varón de Dios, el rey ha dicho así: Desciende pronto.

(2R 1:12) Y le respondió Elías y dijo: Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta. Y descendió fuego del cielo, y lo consumió a él y a sus cincuenta.

(2R 1:13) Volvió a enviar al tercer capitán de cincuenta con sus cincuenta; y subiendo aquel tercer capitán de cincuenta, se puso de rodillas delante de Elías y le rogó, diciendo: Varón de Dios, «te ruego»* que sea de valor delante de tus ojos mi vida, y la vida de estos tus cincuenta esclavos [siervos, sirvientes].

(2R 1:14) He aquí ha descendido fuego del cielo, y ha consumido a los dos primeros capitanes de cincuenta con sus cincuenta; sea estimada ahora mi vida delante de tus ojos.

(2R 1:15) Entonces el ángel de Jehová dijo a Elías: Desciende con él; no tengas miedo de él. Y él se levantó, y descendió con él al rey.

(2R 1:16) Y le dijo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto enviaste mensajeros a consultar a Baalzebub dios de Ecrón, ¿ no hay Dios en Israel para consultar en su palabra? No te levantarás, por tanto, del lecho en que estás, sino que de cierto morirás.

(2R 1:17) Y murió conforme a la palabra de Jehová, que había hablado Elías. Reinó en su lugar Joram, en el segundo año de Joram hijo de Josafat, rey de Judá; porque Ocozías no tenía hijo.

(2R 1:18) Los demás hechos de Ocozías, ¿no están escritos en el libro de «las crónicas»* de los reyes de Israel?

Eliseo sucede a Elías
(2R 2:1) Sucedió que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal.

(2R 2:2) Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Betel. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Betel.

(2R 2:3) Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Betel, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callen.

(2R 2:4) Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó.

(2R 2:5) Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callen.

(2R 2:6) Y Elías le dijo: «Te ruego»* que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos.

(2R 2:7) Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon delante a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán.

(2R 2:8) Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron «a uno y a otro lado,»* y pasaron ambos por lo seco.

(2R 2:9) Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: «Te ruego»* que una «doble porción»* de tu espíritu sea sobre mí.

(2R 2:10) El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no.

(2R 2:11) Y sucedió que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.

(2R 2:12) Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes.

(2R 2:13) Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.

(2R 2:14) Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron «a uno y a otro lado,»* y pasó Eliseo.

(2R 2:15) Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él.

(2R 2:16) Y dijeron: He aquí hay con tus esclavos [siervos, sirvientes] cincuenta varones «fuertes;»* vayan ahora y busquen a tu señor; quizá lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No envíen.

(2R 2:17) Mas ellos le importunaron, hasta que avergonzándose dijo: Envíen. Entonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo buscaron tres días, mas no lo hallaron.

(2R 2:18) Y cuando volvieron a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No les dije yo que no fuesen?

(2R 2:19) Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril.

(2R 2:20) Entonces él dijo: Tráiganme una vasija nueva, y pongan en ella sal. Y se la trajeron.

(2R 2:21) Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad.

(2R 2:22) Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo.

(2R 2:23) Después subió de allí a Betel; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡calvo, sube!

(2R 2:24) Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.

(2R 2:25) De allí fue al monte Carmelo, y de allí volvió a Samaria.

Reinado de Joram de Israel
(2R 3:1) Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre Israel el año dieciocho de Josafat rey de Judá; y reinó doce años.

(2R 3:2) E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho.

(2R 3:3) Pero se entregó a los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

Eliseo predice la victoria sobre Moab
(2R 3:4) Entonces Mesa rey de Moab era propietario de ganados, y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones.

(2R 3:5) Pero muerto Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.

(2R 3:6) Salió entonces de Samaria el rey Joram, y pasó revista a todo Israel.

(2R 3:7) Y fue y envió a decir a Josafat rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra mí: ¿irás tú conmigo a la guerra contra Moab? Y él respondió: Iré, porque «yo soy como tú;»* mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos.

(2R 3:8) Y dijo: ¿Por qué camino iremos? Y él respondió: Por el camino del desierto de Edom.

(2R 3:9) Salieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá, y el rey de Edom; y como anduvieron rodeando por el desierto siete días de camino, les faltó agua para el ejército, y para las bestias que «los seguían.»*

(2R 3:10) Entonces el rey de Israel dijo: ¡Ah! que ha llamado Jehová a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.

(2R 3:11) Mas Josafat dijo: ¿No hay aquí profeta de Jehová, para que consultemos a Jehová por medio de él? Y uno de los esclavos [siervos, sirvientes] del rey de Israel respondió y dijo: Aquí está Eliseo hijo de Safat, que «servía a»* Elías.

(2R 3:12) Y Josafat dijo: Este tendrá palabra de Jehová. Y descendieron a él el rey de Israel, y Josafat, y el rey de Edom.

(2R 3:13) Entonces Eliseo dijo al rey de Israel: ¿Qué «tengo yo contigo?»* Ve a los profetas de tu padre, y a los profetas de tu madre. Y el rey de Israel le respondió: No; porque Jehová ha reunido a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.

(2R 3:14) Y Eliseo dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que si no «tuviese respeto»* al rostro de Josafat rey de Judá, no te mirara a ti, ni te viera.

(2R 3:15) Mas ahora tráiganme un tañedor. Y mientras el tañedor tocaba, la mano de Jehová vino sobre Eliseo,

(2R 3:16) quien dijo: Así ha dicho Jehová: Hagan en este valle «muchos estanques

(2R 3:17) Porque Jehová ha dicho así: No verán viento, ni verán lluvia; pero este valle será lleno de agua, y beberán ustedes, y sus [de ustedes] bestias y sus [de ustedes] ganados.

(2R 3:18) Y esto es cosa ligera en los ojos de Jehová; entregará también a los moabitas en sus [de ustedes] manos.

(2R 3:19) Y destruirán toda ciudad fortificada y toda villa hermosa, y talaran todo buen árbol, cegaran todas las fuentes de aguas, y destruirán con piedras toda tierra fértil.

(2R 3:20) Sucedió, pues, que por la mañana, cuando se ofrece el sacrificio, he aquí vinieron aguas por el camino de Edom, y la tierra se llenó de aguas.

(2R 3:21) Cuanto todos los de Moab oyeron que los reyes subían a pelear contra ellos, se juntaron desde los que apenas podían ceñir armadura en adelante, y se pusieron en la frontera.

(2R 3:22) Cuando se levantaron por la mañana, y brilló el sol sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas rojas como sangre;

(2R 3:23) y dijeron: ¡Esto es sangre de espada! Los reyes se han vuelto uno contra otro, y «cada uno»* ha dado muerte a su compañero. Ahora, pues, ¡Moab, al botín!

(2R 3:24) Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron de la presencia [de delante] de ellos; pero los persiguieron matando a los de Moab.

(2R 3:25) Y asolaron las ciudades, y en todas las tierras fértiles echó «cada uno»* su piedra, y las llenaron; cegaron también todas las fuentes de las aguas, y derribaron todos los buenos árboles; hasta que en Kirhareset solamente dejaron piedras, porque los honderos la rodearon y la destruyeron.

(2R 3:26) Y cuando el rey de Moab vio que era vencido en la batalla, tomó consigo setecientos hombres que manejaban espada, para atacar al rey de Edom; mas no pudieron.

(2R 3:27) Entonces arrebató a su primogénito que había de reinar en su lugar, y lo sacrificó en holocausto sobre el muro. Y hubo grande enojo contra Israel; y se apartaron de él, y se volvieron a su tierra.

El aceite de la viuda
(2R 4:1) Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu esclavo [siervo, sirviente] mi marido ha muerto; y tú sabes que tu esclavo [siervo, sirviente] era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por esclavos [siervos, sirvientes].

(2R 4:2) Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.

(2R 4:3) El le dijo: Ve y pide para ti vasijas «prestadas»* de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.

(2R 4:4) Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.

(2R 4:5) Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.

(2R 4:6) Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

(2R 4:7) Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

Eliseo y la sunamita
(2R 4:8) Sucedió también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.

(2R 4:9) Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios.

(2R 4:10) «Yo te ruego»* que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él.

(2R 4:11) Y sucedió que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió.

(2R 4:12) Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él.

(2R 4:13) Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿ Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.

(2R 4:14) Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo.

(2R 4:15) Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.

(2R 4:16) Y él le dijo: «El año que viene,»* por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.

(2R 4:17) Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo «el año siguiente,»* en el tiempo que Eliseo le había dicho.

(2R 4:18) Y el niño creció. Pero sucedió un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores;

(2R 4:19) y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre.

(2R 4:20) Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió.

(2R 4:21) Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió.

(2R 4:22) Llamando luego a su marido, le dijo: «Te ruego»* que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese.

(2R 4:23) El dijo: ¿Para qué vas a «verle»* hoy? No es nueva luna, ni día de reposo. Y ella respondió: Paz.

(2R 4:24) Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere.

(2R 4:25) Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo. Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita.

(2R 4:26) «Te ruego»* que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.

(2R 4:27) Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.

(2R 4:28) Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí?

(2R 4:29) Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si «alguno»* te encontrare, no lo saludes, y si «alguno»* te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño.

(2R 4:30) Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.

(2R 4:31) El entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta.

(2R 4:32) Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama.

(2R 4:33) Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová.

(2R 4:34) Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor.

(2R 4:35) Volviéndose luego, se paseó por la casa «a una y otra parte,»* y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos.

(2R 4:36) Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo.

(2R 4:37) Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.

Milagros en beneficios de los profetas
(2R 4:38) Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas.

(2R 4:39) Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y de ella llenó su falda de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.

(2R 4:40) Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer.

(2R 4:41) El entonces dijo: Traigan harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla.

(2R 4:42) Vino entonces un hombre de Baalsalisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma.

(2R 4:43) Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará.

(2R 4:44) Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.

Eliseo y Naamán
(2R 5:1) Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y «lo tenía en alta estima,»* porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.

(2R 5:2) Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual «servía a»* la mujer de Naamán.

(2R 5:3) Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.

(2R 5:4) Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel.

(2R 5:5) Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos.

(2R 5:6) Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi esclavo [siervo, sirviente] Naamán, para que lo sanes de su lepra.

(2R 5:7) Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Consideren ahora, y observen cómo busca ocasión contra mí.

(2R 5:8) Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel.

(2R 5:9) Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.

(2R 5:10) Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.

(2R 5:11) Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.

(2R 5:12) Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.

(2R 5:13) Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?

(2R 5:14) El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

(2R 5:15) Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. «Te ruego»* que recibas algún regalo [presente] de tu siervo.

(2R 5:16) Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso.

(2R 5:17) Entonces Naamán dijo: «Te ruego,»* pues, ¿de esta tierra no se dará a tu esclavo [siervo, sirviente] la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu esclavo [siervo, sirviente] no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová.

(2R 5:18) En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo.

(2R 5:19) Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra.

(2R 5:20) Entonces Giezi, criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa.

(2R 5:21) Y siguió Giezi a Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien?

(2R 5:22) Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; «te ruego»* que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos.

(2R 5:23) Dijo Naamán: Te ruego que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante de él.

(2R 5:24) Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los hombres que se fuesen.

(2R 5:25) Y él entró, y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu esclavo [siervo, sirviente] no ha ido «a ninguna parte.»*

(2R 5:26) El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, esclavos [siervos, sirvientes] y siervas?

(2R 5:27) Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve.

Eliseo hace flotar el hacha
(2R 6:1) Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho.

(2R 6:2) Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí «cada uno»* una viga, y hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: vayan.

(2R 6:3) Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus esclavos [siervos, sirvientes]. Y él respondió: Yo iré.

(2R 6:4) Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.

(2R 6:5) Y sucedió que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!

(2R 6:6) El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro.

(2R 6:7) Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó.

Eliseo y los sirios
(2R 6:8) Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus esclavos [siervos, sirvientes], dijo: «En tal y tal lugar»* estará mi campamento.

(2R 6:9) Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí.

(2R 6:10) Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse.

(2R 6:11) Y el corazón del rey de Siria se turbó [atormentó, agobió, alteró] por esto; y llamando a sus esclavos [siervos, sirvientes], les dijo: ¿No me declararan ustedes quién de los nuestros es del rey de Israel?

(2R 6:12) Entonces uno de los esclavos [siervos, sirvientes] dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta.

(2R 6:13) Y él dijo: vayan, y vean dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán.

(2R 6:14) Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad.

(2R 6:15) Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?

(2R 6:16) El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.

(2R 6:17) Y oró Eliseo, y dijo: «Te ruego,»* oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.

(2R 6:18) Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: «Te ruego»* que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo.

(2R 6:19) Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; síganme, y yo les guiaré al hombre que buscan. Y los guió a Samaria.

(2R 6:20) Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria.

(2R 6:21) Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío?

(2R 6:22) El le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores.

(2R 6:23) Entonces se les preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel.

Eliseo y el sitio de Samaria
(2R 6:24) Después de esto sucedió que Ben-adad rey de Siria reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria.

(2R 6:25) Y hubo gran hambre en Samaria, a consecuencia de aquel sitio ; tanto que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.

(2R 6:26) Y pasando el rey de Israel por el muro, una mujer le gritó, y dijo: Salva, rey señor mío.

(2R 6:27) Y él dijo: Si no te salva Jehová, ¿de dónde te puedo salvar yo? ¿Del granero, o del lagar?

(2R 6:28) Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío.

(2R 6:29) Cocimos, pues, a mi hijo, y lo comimos. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido a su hijo.

(2R 6:30) Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos, y pasó así por el muro; y el pueblo vio el cilicio «que traía interiormente»* sobre su cuerpo.

(2R 6:31) Y él dijo: Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él hoy.

(2R 6:32) Y Eliseo estaba sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos; y el rey envió a él un hombre. Mas antes que el mensajero viniese a él, dijo él a los ancianos: ¿No han visto cómo este hijo de homicida envía a cortarme la cabeza? Vean, pues, y cuando viniere el mensajero, cierren la puerta, e impídanle la entrada. ¿ No se oye tras él el ruido de los pasos de su amo?

(2R 6:33) Aún estaba él hablando con ellos, y he aquí el mensajero que descendía a él; y dijo: Ciertamente este mal de Jehová viene. ¿Para qué he de esperar más a Jehová?

(2R 7:1) Dijo entonces Eliseo: Oigan palabra de Jehová: Así dijo Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria.

(2R 7:2) Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.

(2R 7:3) Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron «el uno al otro:»* ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?

(2R 7:4) Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.

(2R 7:5) Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.

(2R 7:6) Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron «unos a otros:»* He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.

(2R 7:7) Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido «para salvar sus vidas.»*

(2R 7:8) Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.

(2R 7:9) Luego se dijeron «el uno al otro:»* No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.

(2R 7:10) Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí «nadie,»* ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campamento «intacto.»*

(2R 7:11) Los porteros gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.

(2R 7:12) Y se levantó el rey de noche, y dijo a sus esclavos [siervos, sirvientes]: Yo les declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la ciudad.

(2R 7:13) Entonces respondió uno de sus esclavos [siervos, sirvientes] y dijo: Tomen «ahora»* cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay.

(2R 7:14) Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: vayan y observen.

(2R 7:15) Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.

(2R 7:16) Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.

(2R 7:17) Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él.

(2R 7:18) Sucedió, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos seahs de cebada por un siclo, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.

(2R 7:19) A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.

(2R 7:20) Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió.

Los bienes de la sunamita devueltos
(2R 8:1) Habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo él había hecho vivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa «a vivir donde puedas;»* porque Jehová ha llamado el hambre, la cual vendrá sobre la tierra por siete años.

(2R 8:2) Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo; y se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos siete años.

(2R 8:3) Y cuando habían pasado los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió para implorar al rey por su casa y por sus tierras.

(2R 8:4) Y había el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios, diciéndole: «Te ruego»* que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo.

(2R 8:5) Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir.

(2R 8:6) Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo: Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora.

Hazael reina en Siria
(2R 8:7) Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí.

(2R 8:8) Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un regalo [presente], y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?

(2R 8:9) Tomó, pues, Hazael en su mano un regalo [presente] de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?

(2R 8:10) Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente.

(2R 8:11) Y el varón de Dios «le miró fijamente,»* y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios.

(2R 8:12) Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas.

(2R 8:13) Y Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu esclavo [siervo, sirviente], este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria.

(2R 8:14) Y Hazael se fue, y vino a su señor, el cual le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente sanarás.

(2R 8:15) El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar.

Reinado de Joram re de Judá
(2cr 21:1-20)
(2R 8:16) En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá.

(2R 8:17) De treinta y dos años era cuando comenzó a reinar, y ocho años reinó en Jerusalén.

(2R 8:18) Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque una hija de Acab fue su mujer; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová.

(2R 8:19) Con todo eso, Jehová no quiso destruir a Judá, por amor a David su esclavo [siervo, sirviente], porque había prometido darle lámpara a él y a sus hijos «perpetuamente

(2R 8:20) En el tiempo de él se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y pusieron rey sobre ellos.

(2R 8:21) Joram, por tanto, pasó a Zair, y todos sus carros con él; y levantándose de noche atacó a los de Edom, los cuales le habían sitiado, y a los capitanes de los carros; y el pueblo huyó a sus tiendas.

(2R 8:22) No obstante, Edom se libertó del dominio de Judá, hasta hoy. También se rebeló Libna en el mismo tiempo.

(2R 8:23) Los demás hechos de Joram, y todo lo que hizo, ¿no están escritos en el libro de «las crónicas»* de los reyes de Judá?

(2R 8:24) Y durmió Joram con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David; y reinó en lugar suyo Ocozías, su hijo.

Reinado de Ocozías de Judá
(2Cr 22:1-6)
(2R 8:25) En el año doce de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías hijo de Joram, rey de Judá.

(2R 8:26) De veintidós años era Ocozías cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre fue Atalía, hija de Omri rey de Israel.

(2R 8:27) Anduvo en el camino de la casa de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como la casa de Acab; porque era yerno de la casa de Acab.

(2R 8:28) Y fue a la guerra con Joram hijo de Acab a Ramot de Galaad, contra Hazael rey de Siria; y los sirios hirieron a Joram.

(2R 8:29) Y el rey Joram se volvió a Jezreel para curarse de las heridas que los sirios le hicieron frente a Ramot, cuando peleó contra Hazael rey de Siria. Y descendió Ocozías hijo de Joram rey de Judá, a visitar a Joram hijo de Acab en Jezreel, porque estaba enfermo.

Jehú es ungido rey de Israel
(2R 9:1) Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas, y le dijo: Ciñe tus lomos, y toma esta redoma de aceite en tu mano, y ve a Ramot de Galaad.

(2R 9:2) Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi; y entrando, haz que se levante de entre sus hermanos, y llévalo a la cámara.

(2R 9:3) Toma luego la redoma de aceite, y derrámala sobre su cabeza y di: Así dijo Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel. Y abriendo la puerta, echa a huir, y no esperes.

(2R 9:4) Fue, pues, el joven, el profeta, a Ramot de Galaad.

(2R 9:5) Cuando él entró, he aquí los príncipes del ejército que estaban sentados. Y él dijo: Príncipe, una palabra tengo que decirte. Jehú dijo: ¿A cuál de todos nosotros? Y él dijo: A ti, príncipe.

(2R 9:6) Y él se levantó, y entró en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y le dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre Israel, pueblo de Jehová.

(2R 9:7) Herirás la casa de Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de mis esclavos [siervos, sirvientes] los profetas, y la sangre de todos los esclavos [siervos, sirvientes] de Jehová, de la mano de Jezabel.

(2R 9:8) Y perecerá toda la casa de Acab, y destruiré de Acab todo «varón,»* así al esclavo [siervo, sirviente] como al libre en Israel.

(2R 9:9) Y yo pondré la casa de Acab como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías.

(2R 9:10) Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la sepulte. En seguida abrió la puerta, y echó a huir.

(2R 9:11) Después salió Jehú a los esclavos [siervos, sirvientes] de su señor, y le dijeron: ¿Hay paz? ¿Para qué vino a ti aquel loco? Y él les dijo: Ustedes conocen al hombre y sus palabras.

(2R 9:12) Ellos dijeron: Mentira; decláranoslo ahora. Y él dijo: Así y así me habló, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel.

(2R 9:13) Entonces «cada uno»* tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey.

Jehú mata a Joram
(2R 9:14) Así conspiró Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi, contra Joram. (Estaba entonces Joram guardando a Ramot de Galaad con todo Israel, por «causa de»* Hazael rey de Siria;

(2R 9:15) pero se había vuelto el rey Joram a Jezreel, para curarse de las heridas que los sirios le habían hecho, peleando contra Hazael rey de Siria.) Y Jehú dijo: Si «es su [de ustedes] voluntad,»* ninguno escape de la ciudad, para ir a dar las nuevas en Jezreel.

(2R 9:16) Entonces Jehú cabalgó y fue a Jezreel, porque Joram estaba allí enfermo. También estaba Ocozías rey de Judá, que había descendido a visitar a Joram.

(2R 9:17) Y el atalaya que estaba en la torre de Jezreel vio la tropa de Jehú que venía, y dijo: Veo una tropa. Y Joram dijo: Ordena a un jinete que vaya a reconocerlos, y les diga: ¿Hay paz?

(2R 9:18) Fue, pues, el jinete a reconocerlos, y dijo: El rey dice así: ¿Hay paz? Y Jehú le dijo: ¿Qué tienes tú que ver con la paz? Vuélvete conmigo. El atalaya dio luego aviso, diciendo: El mensajero llegó hasta ellos, y no vuelve.

(2R 9:19) Entonces envió otro jinete, el cual llegando a ellos, dijo: El rey dice así: ¿Hay paz? Y Jehú respondió: ¿Qué tienes tú que ver con la paz? Vuélvete conmigo.

(2R 9:20) El atalaya volvió a decir: También éste llegó a ellos y no vuelve; y el marchar del que viene es como el marchar de Jehú hijo de Nimsi, porque viene impetuosamente.

(2R 9:21) Entonces Joram dijo: amarra [ata, unce] el carro. Y cuando estaba amarrado su carro, salieron Joram rey de Israel y Ocozías rey de Judá, «cada uno»* en su carro, y salieron a encontrar a Jehú, al cual hallaron en la heredad [posesión territorial] de Nabot de Jezreel.

(2R 9:22) Cuando vio Joram a Jehú, dijo: ¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: ¿Qué paz, con las fornicaciones de Jezabel tu madre, y sus muchas hechicerías?

(2R 9:23) Entonces Joram volvió las riendas y huyó, y dijo a Ocozías: ¡Traición, Ocozías!

(2R 9:24) Pero Jehú «entesó su arco,»* e hirió a Joram entre las espaldas; y la flecha [saeta] salió por su corazón, y él cayó en su carro.

(2R 9:25) Dijo luego Jehú a Bidcar su capitán: Tómalo, y échalo a un extremo de la heredad [posesión territorial] de Nabot de Jezreel. Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos con la gente de Acab su padre, Jehová pronunció esta sentencia sobre él, diciendo:

(2R 9:26) Que yo he visto ayer la sangre de Nabot, y la sangre de sus hijos, dijo Jehová; y te daré la paga en esta heredad [posesión territorial], dijo Jehová. Tómalo pues, ahora, y échalo en la heredad [posesión territorial] de Nabot, conforme a la palabra de Jehová.

Jehú mata a Ocozías
(2Cr 22:7-9)
(2R 9:27) Viendo esto Ocozías rey de Judá, huyó por el camino de la casa del huerto. Y lo siguió Jehú, diciendo: Hieran también a éste en el carro. Y le hirieron a la subida de Gur, junto a Ibleam. Y Ocozías huyó a Meguido, pero murió allí.

(2R 9:28) Y sus esclavos [siervos, sirvientes] le llevaron en un carro a Jerusalén, y allá le sepultaron con sus padres, en su sepulcro en la ciudad de David.

(2R 9:29) En el undécimo año de Joram hijo de Acab, comenzó a reinar Ocozías sobre Judá.

Muerte de Jezabel
(2R 9:30) Vino después Jehú a Jezreel; y cuando Jezabel lo oyó, se pintó los ojos con antimonio, y atavió su cabeza, y se asomó a una ventana.

(2R 9:31) Y cuando entraba Jehú por la puerta, ella dijo: ¿Sucedió bien a Zimri, que mató a su señor?

(2R 9:32) Alzando él entonces su rostro hacia la ventana, dijo: ¿Quién está conmigo? ¿quién? Y se inclinaron hacia él dos o tres eunucos.

(2R 9:33) Y él les dijo: Échenla abajo. Y ellos la echaron; y parte de su sangre salpicó en la pared, y en los caballos; y él la atropelló.

(2R 9:34) Entró luego, y después que comió y bebió, dijo: vayan ahora a ver a aquella maldita, y sepúltenla, pues es hija de rey.

(2R 9:35) Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, y los pies, y las palmas de las manos.

(2R 9:36) Y volvieron, y se lo dijeron. Y él dijo: Esta es la palabra de Dios, la cual él habló por «medio de»* su esclavo [siervo, sirviente] Elías tisbita, diciendo: En la heredad [posesión territorial] de Jezreel comerán los perros las carnes de Jezabel,

(2R 9:37) y el cuerpo de Jezabel será como estiércol sobre la superficie [faz] de la tierra en la heredad [posesión territorial] de Jezreel, de modo que nadie pueda decir: Esta es Jezabel.

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