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el NT.
MARCOS
Predicación
de Juan el Bautista
(Mt 3:112; Lc 3:1-9; Jn 1:19-28)
(Mr 1:1) Principio del evangelio de Jesús,, el Cristo, Hijo de Dios.
(Mr 1:2) Como está escrito en TM [los profetas]
RV1909 [Isaías
el profeta]: He aquí yo envío mi
mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino en presencia [delante] de ti.
(Mr 1:3) Voz del que clama en el
desierto: Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.
(Mr 1:4) Bautizaba Juan en el
desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento
para perdón de pecados.
(Mr 1:5) Y salían a él toda la
provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el
río Jordán, confesando sus pecados.
(Mr 1:6) Y Juan estaba vestido de
pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía
langostas y miel silvestre.
(Mr 1:7) Y predicaba, diciendo:
Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar
encorvado la correa de su calzado.
(Mr 1:8) Yo de hecho les he
bautizado con agua; pero él les bautizará con Espíritu
Santo.
El bautismo
de Jesús
(Mt 3:13-17; Lc 3:21-22)
(Mr 1:9) Sucedió en aquellos días,
que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
(Mr 1:10) Y luego, cuando subía del
agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu
como paloma que descendía sobre él.
(Mr 1:11) Y vino una voz de los
cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
Jesús es
tentado
(Mt 4:1-11; Lc 4:1-13)
(Mr 1:12) Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.
(Mr 1:13) Y estuvo allí en el
desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás,
y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
Jesús predica
en Galilea
(Mt 4:12-17; Lc 4:14-15)
(Mr 1:14) Después que Juan fue
encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio
del reino de Dios,
(Mr 1:15) diciendo : El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse, y crean en el evangelio.
Jesús llama a
cuatro pescadores
(Mt 4:18-22; Lc 5:1-11)
(Mr 1:16) Andando junto al mar de
Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar;
porque eran pescadores.
(Mr 1:17) Y les dijo Jesús: Vengan
detrás [en pos] de mí, y haré que sean pescadores de hombres.
(Mr 1:18) Y dejando rápidamente sus
redes, le siguieron.
(Mr 1:19) Pasando de allí un poco
más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos
en la barca, que remendaban las redes.
(Mr 1:20) Y rápidamente los llamó; y
dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.
El espíritu
inmundo de un hombre
(Lc 4:31-37)
(Mr 1:21) Y entraron en Capernaum; y
los días sábados [días de reposo o festivos], entrando en la sinagoga, enseñaba.
(Mr 1:22) Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas.
(Mr 1:23) Pero había en la sinagoga
de ellos un hombre con espíritu
inmundo, que dio voces,
(Mr 1:24) diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes
con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el
Santo de Dios.
(Mr 1:25) Pero Jesús le reprendió,
diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
(Mr 1:26) Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia,
y clamando a gran voz, salió de él.
(Mr 1:27) Y todos se asombraron, de
tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
(Mr 1:28) Y muy pronto se difundió
su noticia por toda la provincia alrededor de Galilea.
Jesús sana a
la suegra de Pedro
(Mt 8:14-15; Lc 4:38-39)
(Mr 1:29) Al salir de la sinagoga,
vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
(Mr 1:30) Y la suegra de Simón
estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.
(Mr 1:31) Entonces él se acercó, y
la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les
servía.
Jesús sana a
muchos
(Mt 8:16-17; Lc 4:40-41)
(Mr 1:32) Cuando llegó la noche,
luego que el sol se puso, le trajeron
todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
(Mr 1:33) y toda la ciudad se agolpó
a la puerta.
(Mr 1:34) Y sanó a muchos que
estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no
dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
Jesús recorre
Galilea predicando
(4:42-44)
(Mr 1:35) Levantándose muy de
mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
(Mr 1:36) Y le buscó Simón, y los
que con él estaban;
(Mr 1:37) y hallándole, le dijeron :
Todos te buscan.
(Mr 1:38) El les dijo: Vamos a los
lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
(Mr 1:39) Y predicaba en las
sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Jesús limpia
a un leproso
(Mt 8:1-4; Lc 5:12-16)
(Mr 1:40) Vino a él un leproso,
rogándole; e hincada la rodilla, le
dijo : Si quieres, puedes limpiarme.
(Mr 1:41) Y Jesús, teniendo
misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
(Mr 1:42) Y así que él hubo hablado,
al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
(Mr 1:43) Entonces le encargó
rigurosamente, y le despidió luego,
(Mr 1:44) y le dijo: Mira, no digas
a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
(Mr 1:45) Pero ido él, comenzó a
publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de modo que ya Jesús no podía entrar
abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos;
y venían a él de todas partes.
Jesús sana a
un paralítico
(Mt 9:1-8; Lc 5:17-26)
(Mr 2:1) Entró Jesús otra vez en
Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa.
(Mr 2:2) E inmediatamente se
juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba
la palabra.
(Mr 2:3) Entonces vinieron a él
unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.
(Mr 2:4) Y como no podían
acercarse a él a causa de la multitud,
descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el
lecho en que yacía el paralítico.
(Mr 2:5) Al observar [conocer] Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
(Mr 2:6) Estaban allí sentados
algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:
(Mr 2:7) ¿Por qué habla éste así?
injurias [calumnias,
blasfemias] dice. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios?
(Mr 2:8) Y conociendo luego Jesús
en su espíritu que cavilaban de esta
manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué cavilan así en sus [de ustedes] corazones?
(Mr 2:9) ¿Qué es más fácil, decir
al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
(Mr 2:10) Por lo tanto para que
sepan que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
(Mr 2:11) A ti te digo: Levántate,
toma tu lecho, y vete a tu casa.
(Mr 2:12) Entonces él se levantó en
seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de modo que todos se
asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo : Nunca hemos visto tal cosa.
Mateo
¡Sígueme!
(Mt 9:9-13; Lc 5:27-32)
(Mr 2:13) Después volvió a salir al
mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
(Mr 2:14) Y al pasar, observó [conoció] a Leví hijo de Alfeo,
sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose,
le siguió.
(Mr 2:15) Sucedió que estando Jesús
a la mesa en casa de él, muchos publicanos [recaudadores de impuestos] y pecadores estaban también a
la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le
habían seguido.
(Mr 2:16) Y los escribas y los
fariseos, viéndole comer con los publicanos [recaudadores de impuestos] y con los pecadores, dijeron a
los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos [recaudadores de impuestos] y pecadores?
(Mr 2:17) Al oír esto Jesús, les
dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido
a llamar a justos, sino a pecadores. TM [al arrepentimiento]
Cuestión
sobre el ayuno
(Mt 9:14-17; Lc 5:33-39)
(Mr 2:18) Y los discípulos de Juan y
los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los
fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
(Mr 2:19) Jesús les dijo: ¿Acaso
pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? «Entre tanto que» tienen consigo al esposo,
no pueden ayunar.
(Mr 2:20) Pero vendrán días cuando
el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
(Mr 2:21) Nadie pone remiendo de
paño nuevo en vestido viejo; «de otra manera,» el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
(Mr 2:22) Y nadie echa vino nuevo en
odres viejos; «de otra manera,» el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se
pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Recogiendo
espigas en un día de reposo
(Mt 12:1-8; Lc 6:1-5)
(Mr 2:23) Sucedió que al pasar él
por los sembrados un día sábado [día de reposo o festivo], sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
(Mr 2:24) Entonces los fariseos le
dijeron: Observa, ¿por qué hacen en el día sábado
[día de reposo o festivo] lo que no es lícito?
(Mr 2:25) Pero él les dijo: ¿Nunca
leyeron lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que
con él estaban;
(Mr 2:26) cómo entró en la casa de
Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de
los cuales no es lícito comer sino a
los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
(Mr 2:27) También les dijo: El día sábado [día de reposo o festivo] fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día sábado [día de reposo o festivo].
(Mr 2:28) Por tanto, el Hijo del
Hombre es Señor aun del día sábado [día de reposo o festivo].
El hombre de
la mano seca
(Mt 12:9-14; Lc 6:6-11)
(Mr 3:1) Otra vez entró Jesús en la
sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
(Mr 3:2) Y le acechaban para ver si
en el día sábado [día de reposo o festivo] le sanaría, a fin de poder acusarle.
(Mr 3:3) Entonces dijo al hombre
que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
(Mr 3:4) Y les dijo: ¿Es lícito en los días sábados [días de
reposo o festivos] hacer bien, o hacer mal;
salvar la vida [el alma], o quitarla? Pero ellos callaban.
(Mr 3:5) Entonces, mirándolos
alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al
hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana TM [como la otra].
(Mr 3:6) Y salidos los fariseos,
tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.
La multitud a
la orilla del mar
(Mr 3:7) Mas Jesús se retiró al mar
con sus discípulos, y le siguió gran
multitud de Galilea. Y de Judea,
(Mr 3:8) de Jerusalén, de Idumea,
del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán
grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.
(Mr 3:9) Y dijo a sus discípulos
que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le
oprimiesen.
(Mr 3:10) Porque había sanado a
muchos; de modo que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él.
(Mr 3:11) Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban
delante de él, y daban voces, diciendo : Tú eres el Hijo de Dios.
(Mr 3:12) Mas él les reprendía mucho
para que no le descubriesen.
Jesús elige a
los doce apóstoles
(Mt 10:1-4; Lc 6:12-16)
(Mr 3:13) Después subió al monte, y
llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.
(Mr 3:14) Y estableció a doce, para
que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,
(Mr 3:15) y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para
echar fuera demonios:
(Mr 3:16) a Simón, a quien puso por
sobrenombre Pedro;
(Mr 3:17) a Jacobo hijo de Zebedeo,
y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del
trueno;
(Mr 3:18) a Andrés, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,
(Mr 3:19) y Judas Iscariote, el que
le entregó. Y vinieron a casa.
La blasfemia
contra el Espíritu Santo
(Mt 12:22-32; Lc 11:14-23)
(Mr 3:20) Y se agolpó de nuevo la
gente, de modo que ellos ni aun podían comer
pan.
(Mr 3:21) Cuando lo oyeron los
suyos, vinieron para prenderle; porque decían : Está fuera de sí.
(Mr 3:22) Pero los escribas que
habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe
de los demonios echaba fuera los demonios.
(Mr 3:23) Y habiéndolos llamado, les
decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás
echar fuera a Satanás?
(Mr 3:24) Si un reino está dividido
contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
(Mr 3:25) Y si una casa está
dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
(Mr 3:26) Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se
divide, no puede permanecer, sino que
ha llegado su fin.
(Mr 3:27) Ninguno puede entrar en la
casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces
podrá saquear su casa.
(Mr 3:28) De cierto les digo que
todos los pecados serán perdonados a
los hijos de los hombres, y las injurias [calumnias, blasfemias] cualesquiera que sean;
(Mr 3:29) pero cualquiera que
injurie [calumnie,
blasfeme] contra el Espíritu Santo, no tiene «jamás» perdón, sino que es reo de
juicio eterno.
(Mr 3:30) Porque ellos habían dicho:
Tiene espíritu inmundo.
La madre y
los hermanos de Jesús
(Mt 12:46-50; Lc 8:19-21)
(Mr 3:31) Vienen después sus
hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.
(Mr 3:32) Y la gente que estaba
sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos TM [y tus hermanas]
están afuera, y te buscan.
(Mr 3:33) El les respondió diciendo:
¿Quién es mi madre y mis hermanos?
(Mr 3:34) Y mirando a los que
estaban sentados alrededor de él, dijo: Observen [conozcan] mi madre y mis hermanos.
(Mr 3:35) Porque todo aquel que hace
la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Parábola del
sembrador
(Mt 13:1-23; Lc 8:4-115)
(Mr 4:1) Otra vez comenzó Jesús a
enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que
entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en
tierra junto al mar.
(Mr 4:2) Y les enseñaba por
parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
(Mr 4:3) Escuchen: He aquí, el
sembrador salió a sembrar;
(Mr 4:4) y al sembrar, sucedió que
una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves TR [del cielo] y la comieron.
(Mr 4:5) Otra parte cayó en
pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra.
(Mr 4:6) Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se
secó.
(Mr 4:7) Otra parte cayó entre
espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
(Mr 4:8) Pero otra parte cayó en
buena tierra, y dio fruto, por lo tanto
brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
(Mr 4:9) Entonces les dijo: El que
tiene oídos para oír, escuche.
(Mr 4:10) Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le
preguntaron sobre la parábola.
(Mr 4:11) Y les dijo: A ustedes les
es dado saber el misterio del reino de
Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
(Mr 4:12) para que viendo, vean y no
perciban; y oyendo, escuchen y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
(Mr 4:13) Y les dijo: ¿No saben esta
parábola? ¿Cómo, por lo tanto, entenderán todas las parábolas?
(Mr 4:14) El sembrador es el que
siembra la palabra.
(Mr 4:15) Y éstos son los de junto
al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en
seguida viene Satanás, y quita la
palabra que se sembró en sus corazones.
(Mr 4:16) Estos son asimismo los que
fueron sembrados en pedregales: los que cuando han escuchado la palabra, al
momento la reciben con gozo;
(Mr 4:17) pero no tienen raíz en sí,
sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación
o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
(Mr 4:18) Estos son los que fueron
sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
(Mr 4:19) pero los afanes de este
siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de
otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
(Mr 4:20) Y éstos son los que fueron
sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por
uno.
Nada quedará
oculto
(Lc 8:16-18)
(Mr 4:21) También les dijo: ¿Acaso
se trae la luz para ponerla debajo del
almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
(Mr 4:22) Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado [mostrado]; ni escondido, que no haya de salir a luz.
(Mr 4:23) Si alguno tiene oídos para
oír, escuche.
(Mr 4:24) Les dijo también: Vean lo
que oyen; porque con la medida con que miden, les será medido, y aun se les
añadirá a ustedes los que oyen.
(Mr 4:25) Porque al que tiene, se le
dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
Parábola del crecimiento
de la semilla
(Mr 4:26) Decía además: Así es el
reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
(Mr 4:27) y duerme y se levanta, de
noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
(Mr 4:28) Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego
espiga, después grano lleno en la espiga;
(Mr 4:29) y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz,
porque la siega ha llegado.
Parábola de
la semilla de mostaza
(Mt 13:31-32; Lc 13:18-19)
(Mr 4:30) Decía también: ¿A qué
haremos semejante
el reino de Dios, o con qué parábola lo «compararemos?»
(Mr 4:31) Es como el grano de
mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las
semillas que hay en la tierra;
(Mr 4:32) pero después de sembrado,
crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal
manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
El porqué de
hablar con parábolas
(Mt 13:34-35)
(Mr 4:33) Con muchas parábolas como
estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
(Mr 4:34) Y sin parábolas no les
hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba
todo.
Jesús
reprende una tempestad en el mar
(Mt 8:23-27; Lc 8:22-25)
(Mr 4:35) Aquel día, cuando llegó la
noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
(Mr 4:36) Y despidiendo a la
multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras
barcas.
(Mr 4:37) Pero se levantó una gran
tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
(Mr 4:38) Y él estaba en la popa,
durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
(Mr 4:39) Y levantándose, reprendió
al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande
bonanza.
(Mr 4:40) Y les dijo: ¿Por qué están
así cobardes [amedrentados]? ¿Cómo no tienen fe?
(Mr 4:41) Entonces temieron con gran
temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar
le obedecen?
El
endemoniado de Gadara
(Mt 8:28-34; Lc 8:26-39)
(Mr 5:1) Vinieron al otro lado del
mar, a la región de los gadarenos.
(Mr 5:2) Y cuando salió él de la
barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
(Mr 5:3) que tenía su morada en los
sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
(Mr 5:4) Porque muchas veces había
sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos
por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.
(Mr 5:5) Y siempre, de día y de
noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con
piedras.
(Mr 5:6) Cuando vio, por lo tanto,
a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.
(Mr 5:7) Y clamando a gran voz,
dijo: ¿Qué «tienes conmigo,» Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios
que no me atormentes.
(Mr 5:8) Porque le decía: Sal de
este hombre, espíritu inmundo.
(Mr 5:9) Y le preguntó: ¿Cómo te
llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
(Mr 5:10) Y le rogaba mucho que no
los enviase fuera de aquella región.
(Mr 5:11) Estaba allí cerca del
monte un gran hato de cerdos paciendo.
(Mr 5:12) Y le rogaron todos los
demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
(Mr 5:13) Y luego Jesús les dio
permiso. Y saliendo aquellos espíritus
inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se
precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
(Mr 5:14) Y los que apacentaban los
cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver
qué era aquello que había sucedido.
(Mr 5:15) Vienen a Jesús, y ven al
que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado,
vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
(Mr 5:16) Y les contaron los que lo
habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de
los cerdos.
(Mr 5:17) Y comenzaron a rogarle que
se fuera de sus contornos.
(Mr 5:18) Al entrar él en la barca,
el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
(Mr 5:19) Mas Jesús no se lo
permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
Jesús
resucita a la hija de Jairo
(Mt 9:18-26; Lc 8:40-56)
(Mr 5:20) Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se
maravillaban.
(Mr 5:21) Pasando otra vez Jesús en
una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él
estaba junto al mar.
(Mr 5:22) Y vino uno de los
principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus
pies,
(Mr 5:23) y le rogaba mucho,
diciendo : Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea
salva, y vivirá.
(Mr 5:24) Fue, por lo tanto, con él;
y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
(Mr 5:25) Pero una mujer que desde
hacía doce años
padecía de flujo de sangre,
(Mr 5:26) y había sufrido mucho de
muchos médicos, y gastado todo «lo que tenía,» y nada había aprovechado, antes le iba peor,
(Mr 5:27) cuando oyó hablar de
Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.
(Mr 5:28) Porque decía : Si tocare
tan solamente su manto, seré salva.
(Mr 5:29) Y en seguida la fuente de
su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
(Mr 5:30) Luego Jesús, conociendo en
sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos?
(Mr 5:31) Sus discípulos le dijeron:
Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
(Mr 5:32) Pero él miraba alrededor
para ver quién había hecho esto.
(Mr 5:33) Entonces la mujer,
temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se
postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
(Mr 5:34) Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
(Mr 5:35) Mientras él aún hablaba,
vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo : Tu hija ha muerto;
¿para qué molestas más al Maestro?
(Mr 5:36) Pero Jesús, luego que oyó
lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
(Mr 5:37) Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan
hermano de Jacobo.
(Mr 5:38) Y vino a casa del
principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban
mucho.
(Mr 5:39) Y entrando, les dijo: ¿Por
qué alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino duerme.
(Mr 5:40) Y se burlaban de él. Mas
él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que
estaban con él, y entró donde estaba la niña.
(Mr 5:41) Y tomando la mano de la
niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
(Mr 5:42) Y luego la niña se levantó
y andaba, puesto que tenía doce años. Y «se espantaron» grandemente.
(Mr 5:43) Pero él les mandó mucho
que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
Jesús en
Nazaret
(Mt 13:53-58; Lc 4:16-30)
(Mr 6:1) Salió Jesús de allí y vino
a su tierra, y le seguían sus discípulos.
(Mr 6:2) Y llegado el día sábado [día de reposo o festivo], comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y
decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es
esta que le es dada, y estos milagros [poderes] que por sus manos son hechos?
(Mr 6:3) ¿No es éste el carpintero,
hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están
también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
(Mr 6:4) Mas Jesús les decía : No
hay profeta sin honra sino en su propia
tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
(Mr 6:5) Y no pudo hacer allí
ningún milagro, si no que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las
manos.
(Mr 6:6) Y estaba asombrado de la
incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Jesús envía a
sus discípulos
(Mt 10:5-15; Lc 9:1-6)
(Mr 6:7) Después llamó a los doce,
y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad
sobre los espíritus inmundos.
(Mr 6:8) Y les mandó que no
llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
(Mr 6:9) sino que calzasen
sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
(Mr 6:10) Y les dijo: Dondequiera
que entren en una casa, posen en ella hasta que salgan de aquel lugar.
(Mr 6:11) Y «si en algún lugar» no les recibieren ni les
oyeren, salgan de allí, y sacudan el polvo que está debajo de sus [de ustedes] pies, para testimonio a ellos.
De cierto les digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
(Mr 6:12) Y saliendo, predicaban que
los hombres se arrepintiesen.
(Mr 6:13) Y echaban fuera muchos
demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
La muerte de
Juan el Bautista
(Mt 14:1-12; Lc 9:7-9)
(Mr 6:14) Oyó el rey Herodes la
noticia de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo : Juan el
Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.
(Mr 6:15) Otros decían : Es Elías. Y
otros decían : Es un profeta, o «alguno» de los profetas.
(Mr 6:16) Al oír esto Herodes, dijo
: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.
(Mr 6:17) Porque el mismo Herodes
había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa
de Herodías, mujer de Felipe su hermano; puesto que la había tomado por mujer.
(Mr 6:18) Porque Juan decía a
Herodes : No te es lícito tener la
mujer de tu hermano.
(Mr 6:19) Pero Herodías le acechaba,
y deseaba matarle, y no podía;
(Mr 6:20) porque Herodes temía a
Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba; y oyéndole, se
quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.
(Mr 6:21) Pero venido un día
oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños,
daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea,
(Mr 6:22) entrando la hija de
Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el
rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
(Mr 6:23) Y le juró : Todo lo que me
pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.
(Mr 6:24) Saliendo ella, dijo a su
madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
(Mr 6:25) Entonces ella entró
prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato
la cabeza de Juan el Bautista.
(Mr 6:26) Y el rey se entristeció
mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no
quiso desecharla.
(Mr 6:27) Y en seguida el rey,
enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan.
(Mr 6:28) El guarda fue, le decapitó
en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la
muchacha la dio a su madre.
(Mr 6:29) Cuando oyeron esto sus
discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo,
y lo pusieron en un sepulcro.
Jesús
alimenta a cinco mil
(Mt 14:13-21; Lc 9:10-17;
Jn 6:1-14)
(Mr 6:30) Entonces los apóstoles se
juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían
enseñado.
(Mr 6:31) El les dijo: Vengan
ustedes aparte a un lugar desierto, y descansen un poco. Porque eran muchos los
que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo
para comer.
(Mr 6:32) Y se fueron solos en una
barca a un lugar desierto.
(Mr 6:33) Pero muchos los vieron ir,
y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron
antes que ellos, y se juntaron a él.
(Mr 6:34) Y salió Jesús y vio una
gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían
pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
(Mr 6:35) Cuando ya era muy avanzada
la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo : El lugar es desierto, y
la hora ya muy avanzada.
(Mr 6:36) Despídelos para que vayan
a los campos y aldeas de alrededor, y compren
pan, puesto que no tienen qué comer.
(Mr 6:37) Respondiendo él, les dijo:
Denles ustedes de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de
comer?
(Mr 6:38) El les dijo: ¿Cuántos
panes tienen? vayan y véanlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
(Mr 6:39) Y les mandó que hiciesen
recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
(Mr 6:40) Y se recostaron por
grupos, «de ciento en ciento,» y de cincuenta en
cincuenta.
(Mr 6:41) Entonces tomó los cinco
panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los
panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos
peces entre todos.
(Mr 6:42) Y comieron todos, y se
saciaron.
(Mr 6:43) Y recogieron de los
pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces.
(Mr 6:44) Y los que comieron eran
cinco mil hombres.
Jesús anda
sobre el mar
(Mt 14:22-27; Jn 6:15-21)
(Mr 6:45) En seguida hizo a sus
discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera,
entre tanto que él despedía a la multitud.
(Mr 6:46) Y después que los hubo
despedido, se fue al monte a orar;
(Mr 6:47) y al venir la noche, la
barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
(Mr 6:48) Y viéndoles remar con gran
fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la
noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
(Mr 6:49) Viéndole ellos andar sobre
el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
(Mr 6:50) porque todos le veían, y
se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tengan ánimo; yo
soy, no teman!
(Mr 6:51) Y subió a ellos en la
barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se
maravillaban.
(Mr 6:52) Porque aún no habían
entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
Jesús en
Genesaret
(Mt 14:34-36)
(Mr 6:53) Terminada la travesía,
vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla.
(Mr 6:54) Y saliendo ellos de la
barca, en seguida la gente le conoció.
(Mr 6:55) Y recorriendo toda la
tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes «enfermos» en lechos, a donde oían
que estaba.
(Mr 6:56) Y dondequiera que entraba,
en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos,
y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los
que le tocaban quedaban sanos.
Lo que
contamina al hombre
(Mt 15:1-20)
(Mr 7:1) Se juntaron a Jesús los
fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén;
(Mr 7:2) los cuales, viendo a
algunos de los discípulos de Jesús comer pan
con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban.
(Mr 7:3) Porque los fariseos y
todos los judíos, aferrándose a la tradición
[instrucción rudimentaria] de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
(Mr 7:4) Y volviendo de la plaza,
si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar,
como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los
utensilios de metal, y de los lechos.
(Mr 7:5) Le preguntaron, por lo
tanto, los fariseos y los escribas: ¿Por
qué tus discípulos no andan conforme a la tradición [instrucción
rudimentaria] de los ancianos, sino que
comen pan con manos inmundas?
(Mr 7:6) Respondiendo él, les dijo:
Hipócritas, bien profetizó de ustedes Isaías, como está escrito : Este pueblo
de labios me honra, Mas su corazón está
lejos de mí.
(Mr 7:7) Por lo tanto en vano me
honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
(Mr 7:8) Porque dejando el mandamiento de Dios, se aferran a la tradición
[instrucción rudimentaria] de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber;
y hacen otras muchas cosas semejantes.
(Mr 7:9) Les decía también: Bien
invalidan el mandamiento de Dios para cumplir [guardar, conservar] su [de ustedes] tradición [instrucción rudimentaria].
(Mr 7:10) Porque Moisés dijo: Honra
a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera
irremisiblemente.
(Mr 7:11) Pero ustedes dicen: Basta
que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi
dádiva a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte,
(Mr 7:12) y no le dejan hacer más
por su padre o por su madre,
(Mr 7:13) invalidando la palabra de
Dios con su [de ustedes] tradición [instrucción rudimentaria] que han transmitido. Y muchas cosas hacen semejantes a estas.
(Mr 7:14) Y llamando a sí a toda la
multitud, les dijo: Escúchenme todos, y entiendan:
(Mr 7:15) Nada hay fuera del hombre
que entre en él, que le pueda contaminar;
pero lo que sale de él, eso es lo que contamina
al hombre.
(Mr 7:16) Si alguno tiene oídos para
oír, escuche.
(Mr 7:17) Cuando se alejó de la
multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
(Mr 7:18) El les dijo: ¿También
ustedes están así sin entendimiento?
¿No entienden que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar,
(Mr 7:19) porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la
letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.
(Mr 7:20) Pero decía, que lo que del
hombre sale, eso contamina al hombre.
(Mr 7:21) Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios,
las fornicaciones [inmoralidades
sexuales], los homicidios,
(Mr 7:22) los robos [hurtos], las avaricias, las maldades, el engaño, la
insolencia [conducta
libertina y descarada], la envidia, la
maledicencia [calumnia,
blasfemia], la soberbia, la
insensatez.
(Mr 7:23) Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
La fe de una
mujer sirofenicia
(Mt 15:21-28)
(Mr 7:24) Levantándose de allí, se
fue a la región de Tiro y de Sidón; y
entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
(Mr 7:25) Porque una mujer, cuya
hija tenía un espíritu inmundo, luego
que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
(Mr 7:26) La mujer era griega, y
sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
(Mr 7:27) Pero Jesús le dijo: Deja
primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
(Mr 7:28) Respondió ella y le dijo:
Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de
los hijos.
(Mr 7:29) Entonces le dijo: Por esta
palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
(Mr 7:30) Y cuando llegó ella a su
casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.
Jesús sana a
un sordomudo
(Mr 7:31) Volviendo a salir de la
región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de
Decápolis.
(Mr 7:32) Y le trajeron un sordo y
tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima.
(Mr 7:33) Y tomándole aparte de la
gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
(Mr 7:34) y levantando los ojos al
cielo, gimió, y le dijo: Efata, «es decir:» Sé abierto.
(Mr 7:35) Al momento fueron abiertos
sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.
(Mr 7:36) Y les mandó que no lo
dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
(Mr 7:37) Y en gran manera se
maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los
mudos hablar.
Jesús
alimenta a cuatro mil
(Mt 15:32-39)
(Mr 8:1) En aquellos días, como
había una gran multitud, y no tenían qué
comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
(Mr 8:2) Tengo compasión de la
gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
(Mr 8:3) y si los enviare en ayunas
a sus casas, se desmayarán en el camino, puesto que algunos de ellos han venido
de lejos.
(Mr 8:4) Sus discípulos le
respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de
pan a éstos aquí en el desierto?
(Mr 8:5) El les preguntó: ¿Cuántos
panes tienen? Ellos dijeron: Siete.
(Mr 8:6) Entonces mandó a la
multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado
gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y
los pusieron delante de la multitud.
(Mr 8:7) Tenían también unos pocos
pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.
(Mr 8:8) Y comieron, y se saciaron;
y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas.
(Mr 8:9) Eran los que comieron,
como cuatro mil; y los despidió.
(Mr 8:10) Y luego entrando en la
barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
Los fariseos
buscan señal de Jesús
(Mt 16:1-4; Lc 12:54-56)
(Mr 8:11) Vinieron entonces los
fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole señal
del cielo, para tentarle.
(Mr 8:12) Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De
cierto les digo que no se dará señal a esta generación.
(Mr 8:13) Y dejándolos, volvió a
entrar en la barca, y se fue a la otra ribera.
La levadura
de los fariseos
(Mt 16:5-12)
(Mr 8:14) Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
(Mr 8:15) Y él les mandó, diciendo:
Vean, cuídense [guárdense] de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
(Mr 8:16) Y discutían entre sí,
diciendo: Es porque no trajimos pan.
(Mr 8:17) Y entendiéndolo Jesús, les
dijo: ¿Qué discuten, porque no tienen pan?
¿No entienden ni comprenden? ¿Aún tienen endurecido su [de ustedes] corazón?
(Mr 8:18) ¿Teniendo ojos no ven, y
teniendo oídos no oyen? ¿Y no recuerdan?
(Mr 8:19) Cuando partí los cinco
panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogieron? Y
ellos dijeron: Doce.
(Mr 8:20) Y cuando los siete panes
entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogieron? Y ellos
dijeron: Siete.
(Mr 8:21) Y les dijo: ¿Cómo aún no
entienden?
Jesús sana un
ciego en Betsaida
(Mr 8:22) Vino luego a Betsaida; y
le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.
(Mr 8:23) Entonces, tomando la mano
del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las
manos encima, y le preguntó si veía algo.
(Mr 8:24) El, mirando, dijo: Veo los
hombres como árboles, pero los veo que andan.
(Mr 8:25) Luego le puso otra vez las
manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos
y claramente a todos.
(Mr 8:26) Y lo envió a su casa,
diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
La
declaración de Pedro
(Mt 16:13-20; Lc 9:18-21)
(Mr 8:27) Salieron Jesús y sus
discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus
discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
(Mr 8:28) Ellos respondieron : Unos,
Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.
(Mr 8:29) Entonces él les dijo: Y
ustedes, ¿quién dicen que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
(Mr 8:30) Pero él les mandó que no
dijesen esto de él a ninguno.
Jesús anuncia
su muerte y resurrección
(Mt 16:21-28; Lc 9:22-27)
(Mr 8:31) Y comenzó a enseñarles que
le era necesario al Hijo del Hombre sufrir [padecer] mucho, y ser desechado por
los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto,
y resucitar después de tres días.
(Mr 8:32) Esto les decía claramente.
Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.
(Mr 8:33) Pero él, volviéndose y
mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de
mí, Satanás! porque no pones la mira en
las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
(Mr 8:34) Y llamando a la gente y a
sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir detrás [en pos] de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame.
(Mr 8:35) Porque todo el que quiera
salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio,
la salvará.
(Mr 8:36) Porque ¿qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo, y
perdiere su alma?
(Mr 8:37) ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?
(Mr 8:38) Porque el que se
avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre
se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los
santos ángeles.
(Mr 9:1) También les dijo: De
cierto les digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios
venido con poder.
La
transformación de Jesús
(Mt 17:1-13; Lc 9:28-36)
(Mr 9:2) Seis días después, Jesús
tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se
transfiguró en presencia [delante] de ellos.
(Mr 9:3) Y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún
lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
(Mr 9:4) Y les apareció Elías con
Moisés, que hablaban con Jesús.
(Mr 9:5) Entonces Pedro dijo a
Jesús: Maestro, bueno es para nosotros
que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y
otra para Elías.
(Mr 9:6) Porque no sabía lo que
hablaba, puesto que estaban espantados.
(Mr 9:7) Entonces vino una nube que
les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo el amado; a
él escuchen.
(Mr 9:8) Y luego, cuando miraron,
no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
(Mr 9:9) Y descendiendo ellos del
monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo
del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
(Mr 9:10) Y guardaron la palabra
entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.
(Mr 9:11) Y le preguntaron,
diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
(Mr 9:12) Respondiendo él, les dijo:
Elías de hecho vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está
escrito del Hijo del Hombre, que sufra [padezca] mucho y sea tenido en nada?
(Mr 9:13) Pero les digo que Elías ya
vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
Jesús sana a
un muchacho endemoniado
(Mt 17:14-21; Lc 9:37-43)
(Mr 9:14) Cuando llegó a donde
estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas
que disputaban con ellos.
(Mr 9:15) Y en seguida toda la
gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.
(Mr 9:16) TM [Y preguntó a los
escribas] RV1909 [Él les preguntó]: ¿Qué
disputan con ellos?
(Mr 9:17) Y respondiendo uno de la
multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi
hijo, que tiene un espíritu mudo,
(Mr 9:18) el cual, dondequiera que
le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y
dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.
(Mr 9:19) Y respondiendo él, les
dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta
cuándo he de estar con ustedes? ¿Hasta cuándo les he de soportar? Tráiganmelo.
(Mr 9:20) Y se lo trajeron; y cuando
el espíritu vio a Jesús, sacudió con
violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando
espumarajos.
(Mr 9:21) Jesús preguntó al padre:
¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?
Y él dijo: Desde niño.
(Mr 9:22) Y muchas veces le echa en
el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten
misericordia de nosotros, y ayúdanos.
(Mr 9:23) Jesús le dijo: Si puedes
creer, al que cree todo le es posible.
(Mr 9:24) E inmediatamente el padre
del muchacho clamó TM [con lágrimas] y dijo: Creo TM [Señor] ayuda mi incredulidad.
(Mr 9:25) Y cuando Jesús vio que la
multitud se agolpaba, reprendió al espíritu
inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y
sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
(Mr 9:26) Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con
violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían : Está
muerto.
(Mr 9:27) Pero Jesús, tomándole de
la mano, le enderezó; y se levantó.
(Mr 9:28) Cuando él entró en casa,
sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle
fuera?
(Mr 9:29) Y les dijo: Este género
con nada puede salir, sino con oración
y ayuno.
Jesús anuncia
otra vez su muerte
(Mt 17:22-23; Lc 9:43-45)
(Mr 9:30) Habiendo salido de allí,
caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
(Mr 9:31) Porque enseñaba a sus
discípulos, y les decía : El Hijo del Hombre será entregado en manos de
hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
(Mr 9:32) Pero ellos no entendían
esta declaración, y tenían miedo de preguntarle.
¿Quién es el
mayor?
(Mt 18:1-5; Lc 9:46-48)
(Mr 9:33) Y llegó a Capernaum; y
cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputaban entre ustedes en el
camino?
(Mr 9:34) Mas ellos callaron; porque
en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor.
(Mr 9:35) Entonces él se sentó y
llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el último [postrero] de todos, y el servidor de
todos.
(Mr 9:36) Y tomó a un niño, y lo
puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
(Mr 9:37) El que reciba en mi nombre
a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí
sino al que me envió.
contra
ustedes o por ustedes
(Lc 9:49-50)
(Mr 9:38) Juan le respondió
diciendo: Maestro, hemos visto a uno
que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo
prohibimos, porque no nos seguía.
(Mr 9:39) Pero Jesús dijo: No se lo
prohíban; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda
decir mal de mí.
(Mr 9:40) Porque el que no es contra
nosotros, por nosotros es.
(Mr 9:41) Y cualquiera que les diere
un vaso de agua en mi nombre, porque son de Cristo, de cierto les digo que no
perderá su recompensa.
Tropiezos
(Mt 18:6-9; Lc 17:1-2)
(Mr 9:42) Cualquiera que haga
tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le
atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
(Mr 9:43) Si tu mano te fuere
ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida
manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser
apagado,
(Mr 9:44) donde el gusano de ellos
no muere, y el fuego nunca se apaga.
(Mr 9:45) Y si tu pie te fuere
ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que
teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser
apagado,
(Mr 9:46) donde el gusano de ellos
no muere, y el fuego nunca se apaga.
(Mr 9:47) Y si tu ojo te fuere
ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que
teniendo dos ojos ser echado al infierno, TM [de fuego]
(Mr 9:48) donde el gusano de ellos
no muere, y el fuego nunca se apaga.
(Mr 9:49) Porque todos serán salados
con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
(Mr 9:50) Buena es la sal; mas si la
sal se hace insípida, ¿con qué la
sazonarán? Tengan sal en ustedes
mismos; y tengan paz los unos con los
otros.
Jesús enseña
sobre el divorcio
(Mt 19:1-12; Lc 16:18)
(Mr 10:1) Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del
Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
(Mr 10:2) Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al esposo divorciar [separarse] de su mujer.
(Mr 10:3) El, respondiendo, les dijo: ¿Qué les mandó Moisés?
(Mr 10:4) Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de
divorcio, y divorciarse [separarse].
(Mr 10:5) Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de su [de ustedes] corazón les escribió este mandamiento;
(Mr 10:6) pero al principio de la creación,
varón y hembra los hizo Dios.
(Mr 10:7) Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer,
(Mr 10:8) y los dos serán una sola carne;
así que no son ya más dos, sino uno.
(Mr 10:9) Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
(Mr 10:10) En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,
(Mr 10:11) y les dijo: Cualquiera que divorcia [separa] a su mujer y se casa con
otra, comete adulterio contra ella;
(Mr 10:12) y si la mujer divorciada [separada] de su esposo y se casa con otro, comete adulterio.
Jesús bendice
a los niños
(Mt 19:13-15; Lc 18:15-17)
(Mr 10:13) Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían
a los que los presentaban.
(Mr 10:14) Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejen a los niños venir a mí, y
no se lo impidan; porque de los tales es el reino de Dios.
(Mr 10:15) De cierto les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño,
no entrará en él.
(Mr 10:16) Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los
bendecía.
El joven rico
(Mt 19:16-30; Lc 18:18-30)
(Mr 10:17) Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
(Mr 10:18) Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo
uno, Dios.
(Mr 10:19) Los mandamientos sabes: No adulteres.
No mates. No robes [hurtes]. No digas falso testimonio [mentir]. No defraudes. Honra a tu
padre y a tu madre.
(Mr 10:20) El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro,
todo esto lo he guardado desde mi juventud.
(Mr 10:21) Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda,
vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y
ven, sígueme, tomando tu cruz.
(Mr 10:22) Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones.
(Mr 10:23) Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
(Mr 10:24) Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo,
volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a
los que confían en las riquezas!
(Mr 10:25) Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el reino de Dios.
(Mr 10:26) Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, por lo tanto,
podrá ser salvado?
(Mr 10:27) Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para
los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son
posibles para Dios.
(Mr 10:28) Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado
todo, y te hemos seguido.
(Mr 10:29) Respondió Jesús y dijo: De cierto les digo que no hay ninguno que haya
dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o
tierras, por causa de mí y del evangelio,
(Mr 10:30) que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras,
con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
(Mr 10:31) Pero muchos primeros serán últimos [postreros, siguientes], y los últimos [postreros], primeros.
Jesús anuncia
otra vez su muerte
(Mt 20:17-19; Lc 18:31-34)
(Mr 10:32) Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos
se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce
aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
(Mr 10:33) He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los
principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
(Mr 10:34) y le denigrarán [escarnecerán], le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día
resucitará.
Solicitud de
Jacobo y Juan
(Mt 20:20-28)
(Mr 10:35) Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que
pidiéremos.
(Mr 10:36) El les dijo: ¿Qué quieren que les haga?
(Mr 10:37) Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu
derecha, y el otro a tu izquierda.
(Mr 10:38) Entonces Jesús les dijo: No saben lo que piden. ¿Pueden beber del vaso
que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
(Mr 10:39) Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: De hecho, del vaso que yo bebo,
beberán, y con el bautismo con que yo soy bautizado, serán bautizados;
(Mr 10:40) pero el sentarles a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino
a aquellos para quienes está preparado.
(Mr 10:41) Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra
Juan.
(Mr 10:42) Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Saben que los que son tenidos por
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre
ellas potestad.
(Mr 10:43) Pero no será así entre ustedes, sino que el que quiera hacerse grande
entre ustedes será su [de ustedes] servidor,
(Mr 10:44) y el que de ustedes quiera ser el primero, será esclavo de todos.
(Mr 10:45) Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y
para dar su vida en rescate por muchos.
Bartimeo el
ciego vuelve a ver
(Mt 20:29-34; Lc 18:35-43)
(Mr 10:46) Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y
una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al
camino mendigando.
(Mr 10:47) Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús,
Hijo de David, ten misericordia de mí!
(Mr 10:48) Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más:
¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
(Mr 10:49) Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego,
diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
(Mr 10:50) El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
(Mr 10:51) Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le
dijo: Maestro, que recobre la vista.
(Mr 10:52) Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te
ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
La entrada en
Jerusalén
(Mt 21:1-11; Lc 19:28-40;
Jn 12:12-19)
(Mr 11:1) Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al
monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos,
(Mr 11:2) y les dijo: vayan a la aldea que está enfrente de ustedes, y luego que
entren en ella, hallarán un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado;
desátenlo y tráiganlo.
(Mr 11:3) Y si alguien les dijere: ¿Por qué hacen eso? digan que el Señor lo
necesita, y que luego lo devolverá.
(Mr 11:4) Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo
del camino, y lo desataron.
(Mr 11:5) Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacen desatando el
pollino?
(Mr 11:6) Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
(Mr 11:7) Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se
sentó sobre él.
(Mr 11:8) También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas
de los árboles, y las tendían por el camino.
(Mr 11:9) Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo:
¡Hosanna [Salve]! ¡Bendito el que viene en
el nombre del Señor!
(Mr 11:10) ¡Bendito TM [el Reino que viene en nombre del Señor] de nuestro padre David
¡Hosanna [Salve] en las alturas!
(Mr 11:11) Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor
todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Jesús seca
una higuera sin frutos
(Mt 21:18-19)
(Mr 11:12) Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
(Mr 11:13) Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez
hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, puesto
que no era tiempo de higos.
(Mr 11:14) Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
Jesús limpia
el templo de comerciantes
(Mt 21:12-17; Lc 19:45-48;
Jn 2:13-22)
(Mr 11:15) Vinieron, por lo tanto, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo,
comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las
mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
(Mr 11:16) y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio
alguno.
(Mr 11:17) Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito : Mi casa será llamada casa
de oración para todas las naciones? Mas
ustedes la han hecho cueva de ladrones.
(Mr 11:18) Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo
matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de
su doctrina.
(Mr 11:19) Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
La higuera
seca
(Mr 21:19-22)
(Mr 11:20) Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde
las raíces.
(Mr 11:21) Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro,
mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
(Mr 11:22) Respondiendo Jesús, les dijo: Tengan fe
en Dios.
(Mr 11:23) Porque de cierto les digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
(Mr 11:24) Por tanto, les digo que todo lo que pidieren orando, crean que lo recibirán, y les vendrá.
(Mr 11:25) Y cuando estén orando,
perdonen, si tienen algo contra alguno, para que también su [de ustedes] Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus [de ustedes] ofensas.
(Mr 11:26) Porque si ustedes no perdonan, tampoco su [de ustedes] Padre «que está» en los cielos les perdonará sus [de ustedes] ofensas.
La autoridad
de Jesús
(Mt 21:23-27; Lc 20:1-8)
(Mr 11:27) Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a
él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
(Mr 11:28) y le dijeron: ¿Con qué autoridad
haces estas cosas, y quién te dio autoridad
para hacer estas cosas?
(Mr 11:29) Jesús, respondiendo, les dijo: les haré yo también una pregunta;
respóndanme, y les diré con qué autoridad
hago estas cosas.
(Mr 11:30) El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respóndanme.
(Mr 11:31) Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo,
dirá: ¿Por qué, por lo tanto, no le
creyeron?
(Mr 11:32) ¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, puesto que
todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
(Mr 11:33) «Así que,» respondiendo, dijeron a
Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo les digo
con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de
los labradores malvados
(Mt 21:33-46; Lc 20:9-19)
(Mr 12:1) Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas: Un hombre plantó una
viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una
torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
(Mr 12:2) Y a su tiempo envió un esclavo
a los labradores, para que recibiese de éstos del fruto
de la viña.
(Mr 12:3) Mas ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
(Mr 12:4) Volvió a enviarles otro esclavo; pero apedreándole, le hirieron en la
cabeza, y también le enviaron afrentado.
(Mr 12:5) Volvió a enviar otro, y a éste mataron; y a otros muchos, golpeando a
unos y matando a otros.
(Mr 12:6) Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos,
diciendo : Tendrán respeto a mi hijo.
(Mr 12:7) Mas aquellos labradores dijeron entre sí : Este es el heredero; vengan, matémosle, y la heredad
será nuestra.
(Mr 12:8) Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.
(Mr 12:9) ¿Qué, por lo tanto, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los
labradores, y dará su viña a otros.
(Mr 12:10) ¿Ni aun esta escritura han leído: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo;
(Mr 12:11) El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
(Mr 12:12) Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella
parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
La cuestión
del tributo
(Mr 22:15-22; Lc 20:20-26)
(Mr 12:13) Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le
sorprendiesen en alguna palabra.
(Mr 12:14) Viniendo ellos, le dijeron: Maestro,
sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras «la apariencia» de los hombres, sino que
con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o
no daremos?
(Mr 12:15) Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me
tientan? Tráiganme la moneda para que la vea.
(Mr 12:16) Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De
César.
(Mr 12:17) Respondiendo Jesús, les dijo: Den a César lo que es de César, y a Dios
lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
Pregunta sobre
la resurrección
(Mt 22:23-33; Lc 20:27-40)
(Mr 12:18) Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
(Mr 12:19) Maestro, Moisés nos escribió
que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que
su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.
(Mr 12:20) Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar
descendencia.
(Mr 12:21) Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y
el tercero, de la misma manera.
(Mr 12:22) Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió
también la mujer.
(Mr 12:23) En la resurrección, por lo
tanto, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la
tuvieron por mujer?
(Mr 12:24) Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erran por esto, porque
ignoran las Escrituras, y el poder de Dios?
(Mr 12:25) Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en
casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.
(Mr 12:26) Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la
zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob?
(Mr 12:27) Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que ustedes mucho
erran.
El Gran
Mandamiento
(Mt 22:34-40)
(Mr 12:28) Acercándose uno de los escribas, que los había escuchado disputar, y
sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
(Mr 12:29) Jesús le respondió : El primer mandamiento de
todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
(Mr 12:30) Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento.
(Mr 12:31) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos.
(Mr 12:32) Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro,
verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
(Mr 12:33) y el amarle con todo el corazón,
con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
(Mr 12:34) Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No
estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
¿De quién es
hijo el Cristo?
(Mt 22:41-46; Lc 20:41-44)
(Mr 12:35) Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el
Cristo es hijo de David?
(Mr 12:36) Porque el mismo David dijo por el Espíritu
Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga tus
enemigos por estrado de tus pies.
(Mr 12:37) David mismo le llama Señor; ¿cómo, por lo tanto, es su hijo? Y gran
multitud del pueblo le oía de buena gana.
Jesús
denuncia a escribas y fariseos
(Mt 23:1-36; Lc 11:37-54,
20:45-47)
(Mr 12:38) Y les decía en su doctrina:
Cuídense [guárdense] de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las
salutaciones en las plazas,
(Mr 12:39) y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las
cenas;
(Mr 12:40) que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
La dádiva de
la viuda
(Lc 21:1-4)
(Mr 12:41) Estando Jesús sentado delante de la caja [arca] del tesoro, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos
ricos echaban mucho.
(Mr 12:42) Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
(Mr 12:43) Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto les digo que
esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
(Mr 12:44) porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza
echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Jesús predice
la destrucción del templo
(Mt 24:1-2; Lc 21:5-6)
(Mr 13:1) Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
(Mr 13:2) Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Señales antes
del fin
(Mt 24:3-28; Lc 21:7-24;
17:22-24)
(Mr 13:3) Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro,
Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
(Mr 13:4) Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá
cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
(Mr 13:5) Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Vean que nadie les engañe;
(Mr 13:6) porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo : Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.
(Mr 13:7) Mas cuando escuchen de guerras y de rumores de guerras, no se turben,
porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin.
(Mr 13:8) Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de
dolores son estos.
(Mr 13:9) Pero vean por ustedes mismos; porque les entregarán a los concilios, y
en las sinagogas les azotarán; y delante de gobernadores y de reyes les
llevarán por causa de mí, para testimonio
a ellos.
(Mr 13:10) Y es necesario que el evangelio
sea predicado antes a todas las naciones.
(Mr 13:11) Pero cuando les trajeren para entregarles, no se preocupen [afanen] por lo que han de decir,
ni lo piensen, sino lo que les fuere dado en aquella hora, eso hablen; porque
no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu
Santo.
(Mr 13:12) Y el hermano entregará a la muerte
al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y
los matarán.
(Mr 13:13) Y serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvado.
(Mr 13:14) Pero cuando vean la abominación [cosa repugnante] desoladora de que habló el profeta
Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que
estén en Judea huyan a los montes.
(Mr 13:15) El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar
algo de su casa;
(Mr 13:16) y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
(Mr 13:17) Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!
(Mr 13:18) Oren, por lo tanto, que su [de ustedes] huida no sea en invierno;
(Mr 13:19) porque aquellos días serán de tribulación
cual nunca ha habido desde el principio de la creación
que Dios creó, hasta este tiempo, ni la
habrá.
(Mr 13:20) Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvado;
mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
(Mr 13:21) Entonces si alguno les dijere: Vean, aquí está el Cristo; o, vean, allí
está, no le crean.
(Mr 13:22) Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas [prodigios, cosas extraordinarias], para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.
(Mr 13:23) Mas ustedes observen; se lo he dicho
todo antes.
La venida del
Hijo del Hombre
(Mt 24:29-35,42-44; Lc
21:25-36)
(Mr 13:24) Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el
sol se
oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor,
(Mr 13:25) y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los
cielos serán conmovidas.
(Mr 13:26) Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran
poder y gloria.
(Mr 13:27) Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro
vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
(Mr 13:28) De la higuera aprendan la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y
brotan las hojas, saben que el verano está cerca.
(Mr 13:29) Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, conozcan que
está cerca, a las puertas.
(Mr 13:30) De cierto les digo, que no pasará esta generación
hasta que todo esto acontezca.
(Mr 13:31) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
(Mr 13:32) Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están
en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
(Mr 13:33) Observen, velen y oren; porque
no saben cuándo será el tiempo.
(Mr 13:34) Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus esclavos, y a cada uno su
obra, y al portero mandó que velase.
(Mr 13:35) Velen, por lo tanto, porque no saben cuándo vendrá el señor de la casa;
si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
(Mr 13:36) para que cuando venga de repente, no les halle durmiendo.
(Mr 13:37) Y lo que a ustedes digo, a todos lo digo: Velen.
La
conspiración para prender a Jesús
(Mt 26:1-5; Lc 22:1-2; Jn
11:45-23)
(Mr 14:1) Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes
sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo
prenderle por engaño y matarle.
(Mr 14:2) Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del pueblo.
Jesús es
ungido en Betania
(Mt 26:6-13; Jn 12:1-8)
(Mr 14:3) Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la
mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho
precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
(Mr 14:4) Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha
hecho este desperdicio de perfume?
(Mr 14:5) Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse
dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
(Mr 14:6) Pero Jesús dijo: Déjenla, ¿por qué la molestan? Buena obra me ha hecho.
(Mr 14:7) Siempre tendrán a los pobres con ustedes, y cuando quieran les podrán
hacer bien; pero a mí no siempre me tendrán.
(Mr 14:8) Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
(Mr 14:9) De cierto les digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de
ella.
Judas ofrece
entregar a Jesús
(Mt 26:14-16; Lc 22:3-6)
(Mr 14:10) Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales
sacerdotes para entregárselo.
(Mr 14:11) Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas
buscaba oportunidad para entregarle.
La Cena del
Señor
(Mt 26:17-29; Lc 22:7-23;
Jn 13:21-30)
(Mr 14:12) El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando
sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le
dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?
(Mr 14:13) Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: vayan a la ciudad, y les
saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganle,
(Mr 14:14) y donde entrare, digan al señor de la casa : El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
(Mr 14:15) Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparen para
nosotros allí.
(Mr 14:16) Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les
había dicho; y prepararon la pascua.
(Mr 14:17) Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.
(Mr 14:18) Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto
les digo que uno de ustedes, que come conmigo, me va a entregar.
(Mr 14:19) Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno:
¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
(Mr 14:20) El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en
el plato.
(Mr 14:21) De hecho el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de
aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese
hombre no haber nacido.
(Mr 14:22) Y mientras comían, Jesús tomó pan
y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomen, TM [coman] esto es mi cuerpo.
(Mr 14:23) Y tomando la copa, y habiendo
dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
(Mr 14:24) Y les dijo: Esto es mi sangre
del nuevo pacto, que por muchos es
derramada.
(Mr 14:25) De cierto les digo que no beberé más del fruto
de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
Jesús
anticipa la negación de Pedro
(Mt 26:30-35; Lc 22:31-34;
Jn 13:36-38)
(Mr 14:26) Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
(Mr 14:27) Entonces Jesús les dijo : Todos se escandalizarán de mí esta noche;
porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas.
(Mr 14:28) Pero después que haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea.
(Mr 14:29) Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.
(Mr 14:30) Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes
que el gallo haya cantado dos veces, me negarás
tres veces.
(Mr 14:31) Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir
contigo, no te negaré. También todos
decían lo mismo.
Jesús ora en
Getsemaní
(Mt 26:36-46; Lc 22:39-46)
(Mr 14:32) Vinieron, por lo tanto, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus
discípulos: Siéntense aquí, entre tanto que yo oro.
(Mr 14:33) Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y
a angustiarse.
(Mr 14:34) Y les dijo: Mi alma está muy
triste, hasta la muerte; quédense aquí
y velen.
(Mr 14:35) Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él
aquella hora.
(Mr 14:36) Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de
mí esta copa; mas no lo que yo quiero,
sino lo que tú.
(Mr 14:37) Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No
has podido velar una hora?
(Mr 14:38) Velen y oren, para que no entren en tentación; el espíritu de hecho está dispuesto, pero la carne es débil.
(Mr 14:39) Otra vez fue y oró, diciendo
las mismas palabras.
(Mr 14:40) Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos
estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
(Mr 14:41) Vino la tercera vez, y les dijo: Duerman ya, y descansen. Basta, la
hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
(Mr 14:42) Levántense, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
Arresto de
Jesús
(Mt 26:47-56; Lc 22:47-53;
Jn 18:2-11)
(Mr 14:43) Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él
mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de
los escribas y de los ancianos.
(Mr 14:44) Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare,
ése es; préndanle, y llévenle con seguridad.
(Mr 14:45) Y cuando vino, se acercó rápidamente a él, y le dijo: Maestro, Maestro.
Y le besó.
(Mr 14:46) Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron.
(Mr 14:47) Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al esclavo
del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
(Mr 14:48) Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón han salido con
espadas y con palos para prenderme?
(Mr 14:49) Cada día estaba con ustedes enseñando en el templo, y no me prendieron;
pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
(Mr 14:50) Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
El joven que
huyo
(Mr 14:51) Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo
con una sábana; y le prendieron TM [los jóvenes];
(Mr 14:52) mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el
concilio
(Mt 26:57-68; Lc 22:63-71;
Jn 18:12-14)
(Mr 14:53) Trajeron, por lo tanto, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos
los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas.
(Mr 14:54) Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y
estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego.
(Mr 14:55) Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la
muerte; pero no lo hallaban.
(Mr 14:56) Porque muchos decían falso testimonio
contra él, mas sus testimonios no
concordaban.
(Mr 14:57) Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio
contra él, diciendo:
(Mr 14:58) Nosotros le hemos escuchado decir : Yo derribaré este templo hecho a
mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
(Mr 14:59) Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
(Mr 14:60) Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús,
diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
(Mr 14:61) Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a
preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
(Mr 14:62) Y Jesús le dijo: Yo soy; y verán al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
(Mr 14:63) Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más
necesidad tenemos de testigos?
(Mr 14:64) Han escuchado la injuria [calumnia,
blasfemia]; ¿qué les parece? Y todos
ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
(Mr 14:65) Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de
puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
Pedro niega a
Jesús
(Mt 26:69-75; Lc 22:55-62;
Jn 18:15-18)
(Mr 14:66) Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo
sacerdote;
(Mr 14:67) y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también
estabas con Jesús el nazareno.
(Mr 14:68) Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la
entrada; y cantó el gallo.
(Mr 14:69) Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí
: Este es de ellos.
(Mr 14:70) Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron
otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres
galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos.
(Mr 14:71) Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar : No conozco a este hombre de
quien hablan.
(Mr 14:72) Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de la declaración que Jesús le había dicho : Antes que el gallo cante dos
veces, me negarás tres veces. Y
pensando en esto, lloraba.
Jesús llevado
ante Pilato
(Mt 27:1-2; Lc 23:1-2; Jn
18:28-32)
(Mr 15:1) «Muy de mañana,» habiendo tenido consejo
los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el
concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato.
(Mr 15:2) Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo él, le
dijo: Tú lo dices.
(Mr 15:3) Y los principales sacerdotes le acusaban mucho.
(Mr 15:4) Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira de cuántas
cosas te acusan.
(Mr 15:5) Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.
Jesús
sentenciado a muerte
(Mt 27:15-31; Lc 23:13-25;
Jn 18:38)
(Mr 15:6) Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que
pidiesen.
(Mr 15:7) Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una
revuelta.
(Mr 15:8) Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les
había hecho.
(Mr 15:9) Y Pilato les respondió diciendo: ¿Quieren que les suelte al Rey de los
judíos?
(Mr 15:10) Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales
sacerdotes.
(Mr 15:11) Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les
soltase más bien a Barrabás.
(Mr 15:12) Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, por lo tanto, quieren que
haga del que llaman Rey de los judíos?
(Mr 15:13) Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
(Mr 15:14) Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más:
¡Crucifícale!
(Mr 15:15) Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y
entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
(Mr 15:16) Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al
pretorio, y convocaron a toda la compañía.
(Mr 15:17) Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas,
(Mr 15:18) comenzaron luego a saludarle: ¡Alégrate [Salve, saludos], Rey de los judíos!
(Mr 15:19) Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias.
(Mr 15:20) Después de haberle escarnecido [burlado con deshonra y afrenta], le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le
sacaron para crucificarle.
Crucifixión y
muerte de Jesús
(Mt 27:32-56; Lc 23:26-49;
Jn 19:17-30)
(Mr 15:21) Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de
Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.
(Mr 15:22) Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la
Calavera.
(Mr 15:23) Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.
(Mr 15:24) Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos,
echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
(Mr 15:25) Era la hora tercera cuando le crucificaron.
(Mr 15:26) Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
(Mr 15:27) Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro
a su izquierda.
(Mr 15:28) Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos [violadores de
la ley, ilegales, los que andan sin ley].
(Mr 15:29) Y los que pasaban le injuriaban [calumniaban, blasfemaban], meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de
Dios, y en tres días lo reedificas,
(Mr 15:30) sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
(Mr 15:31) De esta manera también los principales sacerdotes, denigrando [escarneciendo], se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no
se puede salvar.
(Mr 15:32) El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban
crucificados con él le injuriaban.
(Mr 15:33) Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora novena.
(Mr 15:34) Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama
sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
(Mr 15:35) Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Observen, llama a
Elías.
(Mr 15:36) Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una
caña, le dio a beber, diciendo: Dejen, veamos si viene Elías a bajarle.
(Mr 15:37) Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
(Mr 15:38) Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
(Mr 15:39) Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar
había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era
Hijo de Dios.
(Mr 15:40) También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales
estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
(Mr 15:41) quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras
muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es
sepultado
(Mt 27:57-61; Lc 23:50-56;
Jn 19:38-42)
(Mr 15:42) Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera
del día sábado [día de reposo o festivo],
(Mr 15:43) José de Arimatea, miembro noble del concilio, que
también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el
cuerpo de Jesús.
(Mr 15:44) Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al
centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
(Mr 15:45) E informado por el centurión, dio el cuerpo
a José,
(Mr 15:46) el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo
puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la
entrada del sepulcro.
(Mr 15:47) Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían.
La
Resurrección de Jesús
(Mt 28:1-10; Lc 24:1-12; Jn
20:1-10)
(Mr 16:1) Cuando pasó el día sábado [día de reposo o festivo], María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron
especias aromáticas para ir a ungirle.
(Mr 16:2) Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya
salido el sol.
(Mr 16:3) Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del
sepulcro?
(Mr 16:4) Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande.
(Mr 16:5) Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado
derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
(Mr 16:6) Mas él les dijo: No se asusten; buscan a Jesús nazareno, el que fue
crucificado; ha resucitado, no está aquí; vean el lugar en donde le pusieron.
(Mr 16:7) Pero vayan, digan a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de
ustedes a Galilea; allí le verán, como les dijo.
(Mr 16:8) Y ellas se fueron TR [rápidamente] huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor
y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
Jesús se
aparece a María Magdalena
( Jn 20:11-18)
(Mr 16:9) Habiendo, por lo tanto, resucitado Jesús por la mañana, el primer día
de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado
siete demonios.
(Mr 16:10) Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban
tristes y llorando.
(Mr 16:11) Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo
creyeron.
Jesús se
aparece a dos discípulos
(Lc 24:13-35)
(Mr 16:12) Pero después apareció [se dio a conocer, se mostró] en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
(Mr 16:13) Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos
creyeron.
Prediquen y
hagan discípulos
(Mt 28:16-20; Lc 24:36-49;
Jn 20:19-23)
(Mr 16:14) Finalmente se apareció[se dio a conocer] a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su
incredulidad y dureza de corazón,
porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
(Mr 16:15) Y les dijo: vayan por todo el mundo
y prediquen el evangelio a toda
criatura.
(Mr 16:16) El que creyere y fuere bautizado, será salvado; mas el que no creyere,
será condenado.
(Mr 16:17) Y estas señales seguirán a los
que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
(Mr 16:18) tomarán serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
La ascensión
(Lc 24:50-53; Hch 1:6-11)
(Mr 16:19) Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y
se sentó a la diestra de Dios.
(Mr 16:20) Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y
confirmando la palabra con las señales
que la seguían. Amén.