Referencias para la lectura:
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ajustado al Texto Mayoritario y actualizado al español latino.
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- Sinónimos
de palabras claves entre corchetes [color
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- Vocablos
del Texto Mayoritario que forman
parte del texto bíblico. Señaladas entre corchetes TM [color azul].
- Variantes
del Textus Receptus que no forman
parte del Texto Mayoritario. Señaladas entre corchetes TR [color rojo]
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del griego koiné.
Para complementar su lectura considere el uso de un
diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para
el NT.
Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera
Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de
significados y conceptos.
LUCAS
Prefacio
Introducción
(Lc 1:1) Puesto que ya muchos han
tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido
ciertísimas,
(Lc 1:2) tal como nos lo enseñaron
los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la
palabra,
(Lc 1:3) me ha parecido también a
mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su
origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
(Lc 1:4) para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
Anuncio del nacimiento
de Juan
(Lc 1:5) Hubo en los días de
Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su
mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
(Lc 1:6) Ambos eran justos delante
de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y
ordenanzas del Señor.
(Lc 1:7) Pero no tenían hijo,
porque Elisabet era estéril, y ambos eran «ya de edad» avanzada.
(Lc 1:8) Sucedió que ejerciendo
Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,
(Lc 1:9) conforme
a la costumbre del sacerdocio, le tocó
en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.
(Lc 1:10) Y toda la multitud del
pueblo estaba fuera orando a la hora
del incienso.
(Lc 1:11) Y se le apareció un ángel
del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
(Lc 1:12) Y se turbó Zacarías al
verle, y le sobrecogió temor.
(Lc 1:13) Pero el ángel le dijo:
Zacarías, no temas; porque tu oración
ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz
un hijo, y llamarás su nombre Juan.
(Lc 1:14) Y tendrás gozo y alegría,
y muchos se regocijarán de su nacimiento;
(Lc 1:15) porque será grande delante
del TM [Señor]. No beberá vino ni sidra,
y será lleno del Espíritu Santo, aun
desde el vientre de su madre.
(Lc 1:16) Y hará que muchos de los
hijos de Israel se conviertan al Señor
Dios de ellos.
(Lc 1:17) E irá delante de él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres
a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto.
(Lc 1:18) Dijo Zacarías al ángel:
¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.
(Lc 1:19) Respondiendo el ángel, le
dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte,
y darte estas buenas nuevas.
(Lc 1:20) Y ahora quedarás mudo y no
podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
(Lc 1:21) Y el pueblo estaba
esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.
(Lc 1:22) Pero cuando salió, no les
podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les
hablaba por señas, y permaneció mudo.
(Lc 1:23) Y cumplidos los días de su
ministerio, se fue a su casa.
(Lc 1:24) Después de aquellos días
concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:
(Lc 1:25) Así ha hecho conmigo el
Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del
nacimiento de Jesús
(Lc 1:26) Al sexto mes el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
(Lc 1:27) a una virgen desposada con
un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era
María.
(Lc 1:28) Y entrando el ángel en
donde ella estaba, dijo: ¡Alégrate [Salve,
saludos], engrandecida [llena de gracia, muy favorecida]! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
(Lc 1:29) Mas ella, cuando le vio,
se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
(Lc 1:30) Entonces el ángel le dijo:
María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
(Lc 1:31) Y ahora, concebirás en tu
vientre, y darás a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS.
(Lc 1:32) Este será grande, y será
llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono
de David su padre;
(Lc 1:33) y reinará sobre la casa de
Jacob «para siempre,» y su reino no tendrá fin.
(Lc 1:34) Entonces María dijo al
ángel: ¿Cómo será esto? puesto que no conozco varón.
(Lc 1:35) Respondiendo el ángel, le
dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo
cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
(Lc 1:36) Y he aquí tu parienta
Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes
para ella, la que llamaban estéril;
(Lc 1:37) porque ninguna declaración será imposible para Dios.
(Lc 1:38) Entonces María dijo: He
aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu declaración. Y el ángel se fue de su presencia.
María visita
a Elisabet
(Lc 1:39) En aquellos días,
levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
(Lc 1:40) y entró en casa de
Zacarías, y saludó a Elisabet.
(Lc 1:41) Y sucedió que cuando oyó
Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet
fue llena del Espíritu Santo,
(Lc 1:42) y exclamó a gran voz, y
dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto
de tu vientre.
(Lc 1:43) ¿Por qué se me concede
esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
(Lc 1:44) Porque tan pronto como
llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi
vientre.
(Lc 1:45) Y dichosa [afortunada, bienaventurada] la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del
Señor.
(Lc 1:46) Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
(Lc 1:47) Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
(Lc 1:48) Porque ha mirado la bajeza
de su sierva; Por lo tanto he aquí, desde ahora me dirán dichosa [afortunada, bienaventurada] todas las generaciones.
(Lc 1:49) Porque me ha hecho grandes
cosas el Poderoso; Santo es su nombre,
(Lc 1:50) Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
(Lc 1:51) Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento
de sus corazones.
(Lc 1:52) Quitó de los tronos a los
poderosos, Y exaltó a los humildes.
(Lc 1:53) A los hambrientos colmó de
bienes, Y a los ricos envió vacíos.
(Lc 1:54) Socorrió a Israel su
siervo, Acordándose de la misericordia
(Lc 1:55) De la cual habló a
nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia «para siempre.»
(Lc 1:56) Y se quedó María con ella
como tres meses;
después se volvió a su casa.
Nacimiento de
Juan el bautista
(Lc 1:57) Cuando a Elisabet se le
cumplió el tiempo de su alumbramiento,
dio a luz un hijo.
(Lc 1:58) Y cuando oyeron los
vecinos y los parientes que TM [Señor] había engrandecido para
con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
(Lc 1:59) Sucedió que al octavo día
vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre,
Zacarías;
(Lc 1:60) pero respondiendo su
madre, dijo: No; se llamará Juan.
(Lc 1:61) Le dijeron: ¿Por qué? No
hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
(Lc 1:62) Entonces preguntaron por
señas a su padre, cómo le quería llamar.
(Lc 1:63) Y pidiendo una tablilla,
escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
(Lc 1:64) Al instante fue abierta su
boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
(Lc 1:65) Y se llenaron de temor
todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas declaraciones.
(Lc 1:66) Y todos los que las oían
las guardaban en su corazón, diciendo:
¿Quién, por lo tanto, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Profecía de
Zacarías
(Lc 1:67) Y Zacarías su padre fue
lleno del Espíritu Santo, y profetizó,
diciendo:
(Lc 1:68) Bendito el Señor Dios de
Israel, Que ha visitado y rescatado [liberado,
redimido] a su pueblo,
(Lc 1:69) Y nos levantó un cuerno [Rey poderoso] de Salvación En la casa de David su siervo,
(Lc 1:70) Como habló por boca de sus
santos profetas que fueron desde el
principio;
(Lc 1:71) Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que
nos aborrecieron;
(Lc 1:72) Para hacer misericordia
con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto;
(Lc 1:73) Del juramento que hizo a
Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder
(Lc 1:74) Que, librados de nuestros
enemigos, Sin temor le serviríamos
(Lc 1:75) En santidad y en justicia
delante de él, todos nuestros días.
(Lc 1:76) Y tú, niño, profeta del Altísimo
serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus
caminos;
(Lc 1:77) Para dar conocimiento de salvación
a su pueblo, Para perdón de sus pecados,
(Lc 1:78) Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
(Lc 1:79) Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en
sombra de muerte; Para encaminar
nuestros pies por camino de paz.
(Lc 1:80) Y el niño crecía, y se
fortalecía en espíritu; y estuvo en
lugares desiertos hasta el día de su manifestación
a Israel.
El nacimiento
de Jesús
(Mt 1:18-25)
(Lc 2:1) Sucedió en aquellos días,
que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
(Lc 2:2) Este primer censo se hizo
siendo Cirenio gobernador de Siria.
(Lc 2:3) E iban todos para ser
empadronados, cada uno a su ciudad.
(Lc 2:4) Y José subió de Galilea,
de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por
cuanto era de la casa y familia de David;
(Lc 2:5) para ser empadronado con
María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
(Lc 2:6) Y sucedió que estando
ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
(Lc 2:7) Y dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para
ellos en el mesón.
El anuncio a
los pastores
(Lc 2:8) Había pastores en la misma
región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
(Lc 2:9) Y he aquí, se les presentó
un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron
gran temor.
(Lc 2:10) Pero el ángel les dijo: No
teman; porque he aquí les doy nuevas de gran gozo, que será para todo el
pueblo:
(Lc 2:11) que les ha nacido hoy, en
la ciudad de David, un Salvador, que es
CRISTO el Señor.
(Lc 2:12) Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales,
acostado en un pesebre.
(Lc 2:13) Y repentinamente apareció
con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y
decían:
(Lc 2:14) ¡Gloria a Dios en las
alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
(Lc 2:15) Sucedió que cuando los
ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
Pasemos, por lo tanto, hasta Belén, y veamos realmente esta declaración que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
(Lc 2:16) Vinieron, por lo tanto,
apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
(Lc 2:17) Y al verlo, dieron a
conocer la declaración de lo que se les había dicho
acerca del niño.
(Lc 2:18) Y todos los que oyeron, se
maravillaron de lo que los pastores les decían.
(Lc 2:19) Pero María guardaba todas
estas declaraciones, meditándolas en su corazón.
(Lc 2:20) Y volvieron los pastores
glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían escuchado y
visto, como se les había dicho.
Circuncisión
de Jesús en el templo
(Lc 2:21) Cumplidos los ocho días
para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido
puesto por el ángel antes que fuese concebido.
(Lc 2:22) Y cuando se cumplieron los
días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés,
le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
(Lc 2:23) (como está escrito en la ley del Señor : Todo varón que abriere la
matriz será llamado santo al Señor),
(Lc 2:24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley
del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
(Lc 2:25) Y he aquí había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la
consolación de Israel; y el Espíritu
Santo estaba sobre él.
(Lc 2:26) Y le había sido revelado
por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
(Lc 2:27) Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres
del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme
al rito de la ley,
(Lc 2:28) él le tomó en sus brazos,
y bendijo a Dios, diciendo:
(Lc 2:29) Ahora, Amo [soberano], despides a tu esclavo en paz, Conforme a tu declaración;
(Lc 2:30) Porque han visto mis ojos
tu salvación,
(Lc 2:31) La cual has preparado en
presencia de todos los pueblos;
(Lc 2:32) Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo
Israel.
(Lc 2:33) Y José y su madre estaban
maravillados de todo lo que se decía de él.
(Lc 2:34) Y los bendijo Simeón, y
dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
(Lc 2:35) (y una espada traspasará
tu misma alma), para que sean revelados
los pensamientos de muchos corazones.
(Lc 2:36) Estaba también allí Ana,
profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, «de edad muy avanzada,» puesto que había vivido
con su esposo siete años desde su virginidad,
(Lc 2:37) y era viuda hacía «ochenta y cuatro» años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y
oraciones.
(Lc 2:38) Esta, presentándose en la
misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban
la liberación [rescate,
redención] en Jerusalén.
El regreso a
Nazaret
(Lc 2:39) Después de haber cumplido
con todo lo prescrito en la ley del
Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
(Lc 2:40) Y el niño crecía y se
fortalecía, TM [en Espíritu] y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era
sobre él.
Jesús se
queda en el templo
(Lc 2:41) Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
(Lc 2:42) y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
(Lc 2:43) Al regresar ellos, acabada
la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su
madre.
(Lc 2:44) Y pensando que estaba
entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los
parientes y los conocidos;
(Lc 2:45) pero como no le hallaron,
volvieron a Jerusalén buscándole.
(Lc 2:46) Y sucedió que tres días
después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
(Lc 2:47) Y todos los que le oían,
se maravillaban de su inteligencia y de
sus respuestas.
(Lc 2:48) Cuando le vieron, se
sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí,
tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
(Lc 2:49) Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscaban? ¿No sabían que en los negocios de mi Padre me es necesario
estar?
(Lc 2:50) Mas ellos no entendieron
las declaraciones que les habló.
(Lc 2:51) Y descendió con ellos, y
volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas declaraciones en su corazón.
(Lc 2:52) Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
Predicación
de Juan el Bautista
(Mt 3:1-12; Mr 1:1-8; Jn 1:19-28)
(Lc 3:1) En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de
Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe
tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de
Abilinia,
(Lc 3:2) y siendo sumos sacerdotes
Anás y Caifás, vino declaración de Dios a Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto.
(Lc 3:3) Y él fue por toda la
región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,
(Lc 3:4) como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama
en el desierto: Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.
(Lc 3:5) Todo valle se rellenará, Y
se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los
caminos ásperos allanados;
(Lc 3:6) Y verá toda carne la salvación
de Dios.
(Lc 3:7) Y decía a las multitudes
que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación
de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de
la ira [furia] venidera?
(Lc 3:8) Hagan, por lo tanto, frutos dignos de arrepentimiento, y no comiencen a decir dentro de ustedes
mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque les digo que Dios puede levantar
hijos a Abraham aun de estas piedras.
(Lc 3:9) Y ya también el hacha está
puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.
(Lc 3:10) Y la gente le preguntaba,
diciendo: Entonces, ¿qué haremos?
(Lc 3:11) Y respondiendo, les dijo:
El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo
mismo.
(Lc 3:12) Vinieron también unos
publicanos [recaudadores
de impuestos] para ser bautizados, y le
dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
(Lc 3:13) Él les dijo: No exijan más
de lo que les está ordenado.
(Lc 3:14) También le preguntaron
unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagan
extorsión a nadie, ni calumnien; y conténtense con su [de ustedes] salario.
(Lc 3:15) Como el pueblo estaba en
expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el
Cristo,
(Lc 3:16) respondió Juan, diciendo a
todos: Yo de hecho les bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de
quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él les bautizará en Espíritu Santo y fuego.
(Lc 3:17) Su aventador está en su
mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja
en fuego que nunca se apagará.
(Lc 3:18) Con estas y otras muchas
exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.
(Lc 3:19) Entonces Herodes el
tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su
hermano, y de todas las maldades que
Herodes había hecho,
(Lc 3:20) sobre todas ellas, añadió
además esta: encerró a Juan en la cárcel.
El bautismo
de Jesús
(Mt 3:13-17; Mr 1:9-11)
(Lc 3:21) Sucedió que cuando todo el
pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
(Lc 3:22) y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal,
como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti
tengo complacencia.
Ascendencia
de Jesús por Elí
(Mt 1:1-17)
(Lc 3:23) Jesús mismo al comenzar su
ministerio era como de treinta años, hijo, según se estimaba,
de José, hijo de Elí,
(Lc 3:24) hijo de Matat, hijo de
Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
(Lc 3:25) hijo de Matatías, hijo de
Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
(Lc 3:26) hijo de Maat, hijo de
Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
(Lc 3:27) hijo de Joana, hijo de
Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
(Lc 3:28) hijo de Melqui, hijo de
Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
(Lc 3:29) hijo de Josué, hijo de
Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
(Lc 3:30) hijo de Leví, hijo de
Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
(Lc 3:31) hijo de Melea, hijo de
Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,
(Lc 3:32) hijo de David, hijo de
Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
(Lc 3:33) hijo de Aminadab, hijo de
Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
(Lc 3:34) hijo de Jacob, hijo de
Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
(Lc 3:35) hijo de Serug, hijo de
Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
(Lc 3:36) hijo de Cainán, hijo de
Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
(Lc 3:37) hijo de Matusalén, hijo de
Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
(Lc 3:38) hijo de Enós, hijo de Set,
hijo de Adán, hijo de Dios.
Jesús es
tentado
(Mt 4:1-11; Mr 1:12-13)
(Lc 4:1) Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue
llevado por el Espíritu al desierto
(Lc 4:2) por cuarenta días, y era
tentado por el diablo. Y no comió nada
en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
(Lc 4:3) Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a
esta piedra que se convierta en pan.
(Lc 4:4) Jesús, respondiéndole,
dijo: Escrito está : No sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda declaración de Dios.
(Lc 4:5) Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un
momento todos los reinos de la tierra.
(Lc 4:6) Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la
gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.
(Lc 4:7) Si tú postrado me
adorares, todos serán tuyos.
(Lc 4:8) Respondiendo Jesús, le
dijo: «Vete de mí,» Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él
solo servirás.
(Lc 4:9) Y le llevó a Jerusalén, y
le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate
de aquí abajo;
(Lc 4:10) porque escrito está : A
sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
(Lc 4:11) y, En las manos te
sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.
(Lc 4:12) Respondiendo Jesús, le
dijo : Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
(Lc 4:13) Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó
de él por un tiempo.
Jesús predica
en Galilea
(Mt 4:12-17; Mr 1:14-15)
(Lc 4:14) Y Jesús volvió en el poder
del Espíritu a Galilea, y se difundió
su noticia por toda la tierra de alrededor.
(Lc 4:15) Y enseñaba en las
sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Jesús en Nazaret
(Mt 13:53-58; Mr 6:1-6)
(Lc 4:16) Vino a Nazaret, donde se
había criado; y en el día sábado [día de reposo o festivo] entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
(Lc 4:17) Y se le dio el libro del profeta
Isaías; y habiendo abierto el libro,
halló el lugar donde estaba escrito:
(Lc 4:18) El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para
dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
(Lc 4:19) A predicar el año agradable del Señor.
(Lc 4:20) Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los
ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
(Lc 4:21) Y comenzó a decirles : Hoy
se ha cumplido esta Escritura «delante» de ustedes.
(Lc 4:22) Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de
las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de
José?
(Lc 4:23) Él les dijo: Sin duda me
dirán este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos
escuchado que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.
(Lc 4:24) Y añadió: De cierto les
digo, que ningún profeta es acepto en
su propia tierra.
(Lc 4:25) Y en verdad les digo que muchas viudas había en Israel en los días de
Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres
años y seis meses,
y hubo una gran hambre en toda la tierra;
(Lc 4:26) pero a ninguna de ellas
fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
(Lc 4:27) Y muchos leprosos había en
Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue
limpiado, sino Naamán el sirio.
(Lc 4:28) Al oír estas cosas, todos
en la sinagoga se llenaron de ira [furia];
(Lc 4:29) y levantándose, le echaron
fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual
estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
(Lc 4:30) Mas él pasó por en medio
de ellos, y se fue.
Jesús libera
a un endemoniado
(Mr 1:21-28)
(Lc 4:31) Descendió Jesús a
Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días sábados [días de reposo o festivos].
(Lc 4:32) Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
(Lc 4:33) Estaba en la sinagoga un
hombre que tenía un espíritu de demonio
inmundo, el cual exclamó a gran voz,
(Lc 4:34) diciendo: Déjanos; ¿qué
tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te
conozco quién eres, el Santo de Dios.
(Lc 4:35) Y Jesús le reprendió,
diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de
ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.
(Lc 4:36) Y estaban todos
maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
(Lc 4:37) Y su noticia se difundía
por todos los lugares de los contornos.
Jesús sana a
la suegra de Pedro
(Mt 8:14-15; Mr 1:29-31)
(Lc 4:38) Entonces Jesús se levantó
y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una
gran fiebre; y le rogaron por ella.
(Lc 4:39) E inclinándose hacia ella,
reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante,
les servía.
Muchos
sanados
(Mt 8:16-17; Mr 1:32-34)
(Lc 4:40) Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas
enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos,
los sanaba.
(Lc 4:41) También salían demonios de
muchos, dando voces y diciendo: Tú eres TM [el Cristo] el Hijo de Dios. Pero él los reprendía
y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
Jesús
predicaba en Galilea
(Mr 1:35-39)
(Lc 4:42) Cuando ya era de día,
salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde
estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.
(Lc 4:43) Pero él les dijo : Es
necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio
del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
(Lc 4:44) Y predicaba en las
sinagogas de Galilea.
Una pesca
milagrosa
(Mt 4:18-22; Mr 1:16-20)
(Lc 5:1) Sucedió que estando Jesús
junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra
de Dios.
(Lc 5:2) Y vio dos barcas que
estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de
ellas, lavaban sus redes.
(Lc 5:3) Y entrando en una de
aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un
poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
(Lc 5:4) Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: Boga mar adentro, y echen sus [de ustedes] redes para pescar.
(Lc 5:5) Respondiendo Simón, le
dijo: Maestro, toda la noche hemos
estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu declaración
echaré la red.
(Lc 5:6) Y habiéndolo hecho,
encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
(Lc 5:7) Entonces hicieron señas a
los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y
vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
(Lc 5:8) Viendo esto Simón Pedro,
cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
(Lc 5:9) Porque por la pesca que
habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con
él,
(Lc 5:10) y asimismo de Jacobo y
Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
(Lc 5:11) Y cuando trajeron a tierra
las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Jesús limpia
a un leproso
(Mt 8:1-4; Mr 1:40-45)
(Lc 5:12) Sucedió que estando él en
una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a
Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si
quieres, puedes limpiarme.
(Lc 5:13) Entonces, extendiendo él
la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de
él.
(Lc 5:14) Y él le mandó que no lo
dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
(Lc 5:15) Pero su noticia se
extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase
de sus enfermedades.
(Lc 5:16) Mas él se apartaba a
lugares desiertos, y oraba.
Jesús sana a
un paralítico
(Mt 9:1-8; Mr 2:1-12)
(Lc 5:17) Sucedió un día, que él
estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las
aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él
para sanar TM [a ellos].
(Lc 5:18) Y sucedió que unos hombres
que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle
adentro y ponerle delante de él.
(Lc 5:19) Pero no hallando cómo
hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le
bajaron con el lecho, poniéndole en medio, en presencia [delante] de Jesús.
(Lc 5:20) Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
(Lc 5:21) Entonces los escribas y
los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla injurias [calumnias, blasfemias]? ¿Quién puede perdonar pecados
sino sólo Dios?
(Lc 5:22) Jesús entonces, conociendo
los pensamientos de ellos, respondiendo
les dijo: ¿Qué cavilan en sus [de ustedes] corazones?
(Lc 5:23) ¿Qué es más fácil, decir:
Tus pecados te son perdonados, o decir:
Levántate y anda?
(Lc 5:24) Pues para que sepan que el
Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo:
Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
(Lc 5:25) Al instante, levantándose
en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su
casa, glorificando a Dios.
(Lc 5:26) Y todos, sobrecogidos de
asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían : Hoy hemos visto
maravillas.
Mateo
¡Sígueme!
(Mt 9:9-13; Mr 2:13-17)
(Lc 5:27) Después de estas cosas
salió, y vio a un publicano [recaudador
de impuestos] llamado Leví, sentado al
banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
(Lc 5:28) Y dejándolo todo, se
levantó y le siguió.
(Lc 5:29) Y Leví le hizo gran
banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos [recaudadores de impuestos] y de otros que estaban a la mesa con ellos.
(Lc 5:30) Y los escribas y los
fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué comen y beben con publicanos [recaudadores de impuestos] y pecadores?
(Lc 5:31) Respondiendo Jesús, les
dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
(Lc 5:32) No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
Cuestión
sobre el ayuno
(Mt 9:14-17; Mr 2:18-22)
(Lc 5:33) Entonces ellos le dijeron:
¿Por qué los discípulos de Juan ayunan
muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos
comen y beben?
(Lc 5:34) Él les dijo: ¿Pueden acaso
hacer que «los que están de bodas» ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
(Lc 5:35) Mas vendrán días cuando el
esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
(Lc 5:36) Les dijo también una
parábola : Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido
viejo; puesto que si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo
sacado de él no armoniza con el viejo.
(Lc 5:37) Y nadie echa vino nuevo en
odres viejos; «de otra manera,» el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se
perderán.
(Lc 5:38) Mas el vino nuevo en odres
nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
(Lc 5:39) Y ninguno que beba del
añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
Recogiendo
espigas en un día de reposo
(Mt 12:1-8; Mr 2:23-28)
(Lc 6:1) Sucedió en un día sábado [día de reposo o festivo] TM [segundo-primero], que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas
y comían, restregándolas con las manos.
(Lc 6:2) Y algunos de los fariseos
les dijeron: ¿Por qué hacen lo que no es lícito
hacer en los días sábados [días de reposo o festivos]?
(Lc 6:3) Respondiendo Jesús, les
dijo: ¿Ni aun esto han leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los
que con él estaban;
(Lc 6:4) cómo entró en la casa de
Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y
comió, y dio también a los que estaban con él?
(Lc 6:5) Y les decía : El Hijo del
Hombre es Señor aun del día sábado [día de reposo o festivo].
El hombre de
la mano seca
(Mt 12:9-14; Mr 3:1-6)
(Lc 6:6) Sucedió también en otro
día sábado [día de reposo o festivo], que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que
tenía seca la mano derecha.
(Lc 6:7) Y le acechaban los
escribas y los fariseos, para ver si en el día sábado
[día de reposo o festivo] lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.
(Lc 6:8) Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que
tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en
pie.
(Lc 6:9) Entonces Jesús les dijo:
les preguntaré una cosa: ¿Es lícito en
día sábado [día de reposo o festivo] hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o
quitarla?
(Lc 6:10) Y mirándolos a todos
alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue
restaurada TM [como la otra].
(Lc 6:11) Y ellos se llenaron de
furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
Jesús elige a
los doce apóstoles
(Mt 10:1-4; Mr 3:13-19)
(Lc 6:12) En aquellos días él fue al
monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
(Lc 6:13) Y cuando era de día, llamó
a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó
apóstoles:
(Lc 6:14) a Simón, a quien también
llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
(Lc 6:15) Mateo, Tomás, Jacobo hijo
de Alfeo, Simón llamado Zelote,
(Lc 6:16) Judas hermano de Jacobo, y
Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
Jesús atiende
a una multitud
(Mt 4:23-25)
(Lc 6:17) Y descendió con ellos, y
se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran
multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón,
que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
(Lc 6:18) y los que habían sido
atormentados de espíritus inmundos eran
sanados.
(Lc 6:19) Y toda la gente procuraba
tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Las
bienaventuranzas
(Mt 5:1-12)
(Lc 6:20) Y alzando los ojos hacia
sus discípulos, decía: Dichosos [afortunados,
bienaventurados] ustedes los pobres, porque
suyo [de ustedes] es el reino de Dios.
(Lc 6:21) Dichosos [afortunados, bienaventurados] los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos [afortunados, bienaventurados] los que ahora lloran, porque reirán.
(Lc 6:22) Dichosos [afortunados, bienaventurados] serán cuando los hombres les aborrezcan, y cuando les aparten de sí, y
les vituperen, y desechen su [de ustedes] nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
(Lc 6:23) Gócense en aquel día, y
alégrense, porque he aquí su [de ustedes] premio en recompensa [retribución] es grande en los cielos; porque «así» hacían sus padres con los profetas.
¡Ay de
ustedes!
(Lc 6:24) Mas ¡ay de ustedes, ricos!
porque ya tienen su [de ustedes] consuelo.
(Lc 6:25) ¡Ay de ustedes, los que
ahora están saciados! porque tendrán hambre. ¡Ay de ustedes, los que ahora
ríen! porque lamentarán y llorarán.
(Lc 6:26) ¡Ay de ustedes, cuando
todos los hombres hablen bien de ustedes! porque «así» hacían sus padres con los
falsos profetas.
Amen a sus
enemigos
( Lc 5:38-48)
(Lc 6:27) Pero a ustedes los que
oyen, les digo: Amen a sus [de ustedes] enemigos, hagan bien a los que les aborrecen;
(Lc 6:28) bendigan a los que les
maldicen, y oren por los que les
calumnian.
(Lc 6:29) Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la
túnica le niegues.
(Lc 6:30) A cualquiera que te pida,
dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
(Lc 6:31) Y como quieren que hagan
los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos.
(Lc 6:32) Porque si aman a los que
les aman, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores
aman a los que los aman.
(Lc 6:33) Y si hacen bien a los que
les hacen bien, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
(Lc 6:34) Y si prestan a aquellos de
quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
(Lc 6:35) Amen, por lo tanto, a sus [de ustedes] enemigos, y hagan bien, y presten, no esperando de ello nada; y será su
[de ustedes] premio en recompensa [retribución] grande, y serán hijos del Altísimo; porque él es benigno
para con los ingratos y malos.
(Lc 6:36) Sean, por lo tanto,
misericordiosos, como también su [de ustedes] Padre es misericordioso.
No emitan
juicio sobre los demás
(Mt 7:1-5)
(Lc 6:37) No juzguen, y no serán
juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados.
(Lc 6:38) Den, y se les dará; medida
buena, apretada, remecida y rebosando darán en su [de ustedes] regazo; porque con la misma medida con que miden, les volverán a medir.
(Lc 6:39) Y les decía una parábola:
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
(Lc 6:40) El discípulo no es
superior a su maestro; mas todo el que
fuere perfeccionado, será como su maestro.
(Lc 6:41) ¿Por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio
ojo?
(Lc 6:42) ¿O cómo puedes decir a tu
hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la
viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo,
y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Por sus
frutos los conocerán
(Mt 7:15-20)
(Lc 6:43) No es buen árbol el que da
malos frutos, ni árbol malo el que da
buen fruto.
(Lc 6:44) Porque cada árbol se
conoce por su fruto; puesto que no se
cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.
(Lc 6:45) El hombre bueno, del buen
tesoro de su corazón saca lo bueno; y
el hombre malo, del mal tesoro de su corazón
saca lo malo; porque de la abundancia del corazón
habla la boca.
Los dos
fundamentos
(Mt 7:24-27)
(Lc 6:46) ¿Por qué me llaman, Señor,
Señor, y no hacen lo que yo digo?
(Lc 6:47) Todo aquel que viene a mí,
y oye mis palabras y las hace, les indicaré a quién es semejante.
(Lc 6:48) Semejante es al hombre que
al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca;
y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero
no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
(Lc 6:49) Mas el que oyó y no hizo, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento;
contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de
aquella casa.
Jesús sana al
esclavo de un centurión
(Mt 8:5-13)
(Lc 7:1) Después que hubo terminado
todas sus declaraciones al pueblo que le oía, entró en
Capernaum.
(Lc 7:2) Y el esclavo de un
centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
(Lc 7:3) Cuando el centurión oyó
hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y
sanase a su esclavo.
(Lc 7:4) Y ellos vinieron a Jesús y
le rogaron con solicitud, diciéndole : Es digno de que le concedas esto;
(Lc 7:5) porque ama a nuestra
nación, y nos edificó una sinagoga.
(Lc 7:6) Y Jesús fue con ellos.
Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos
amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, puesto que no soy digno de que
entres bajo mi techo;
(Lc 7:7) por lo que ni aun me tuve
por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
(Lc 7:8) Porque también yo soy
hombre puesto bajo autoridad, y tengo
soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y
a mi esclavo: Haz esto, y lo hace.
(Lc 7:9) Al oír esto, Jesús se
maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: les digo que ni
aun en Israel he hallado tanta fe.
(Lc 7:10) Y al regresar a casa los
que habían sido enviados, hallaron sano al esclavo que había estado enfermo.
Jesús
resucita al hijo de una viuda
(Lc 7:11) Sucedió después, que él
iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y
una gran multitud.
(Lc 7:12) Cuando llegó cerca de la
puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único
de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
(Lc 7:13) Y cuando el Señor la vio,
se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
(Lc 7:14) Y acercándose, tocó el
féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo,
levántate.
(Lc 7:15) Entonces se incorporó el
que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
(Lc 7:16) Y todos tuvieron miedo, y
glorificaban a Dios, diciendo : Un gran profeta
se ha levantado entre nosotros; y : Dios ha visitado a su pueblo.
(Lc 7:17) Y se extendió la noticia
de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Los
mensajeros de Juan el bautista
(Mt 11:2-19)
(Lc 7:18) Los discípulos de Juan le
dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
(Lc 7:19) y los envió a Jesús, para
preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
(Lc 7:20) Cuando, por lo tanto, los
hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para
preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
(Lc 7:21) En esa misma hora sanó a
muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus
malos, y a muchos ciegos les dio la
vista.
(Lc 7:22) Y respondiendo Jesús, les
dijo: vayan, hagan saber a Juan lo que han visto y escuchado : los ciegos ven,
los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
(Lc 7:23) y dichoso [afortunado, bienaventurado] es aquel que no halle tropiezo en mí.
(Lc 7:24) Cuando se fueron los
mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salieron a ver al
desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
(Lc 7:25) Mas ¿qué salieron a ver?
¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen
vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
(Lc 7:26) Mas ¿qué salieron a ver?
¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.
(Lc 7:27) Este es de quien está
escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu rostro [faz, presencia], El cual preparará tu camino en presencia [delante] de ti.
(Lc 7:28) les digo que entre los
nacidos de mujeres, no hay mayor profeta
que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
(Lc 7:29) Y todo el pueblo y los
publicanos [recaudadores
de impuestos], cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el
bautismo de Juan.
(Lc 7:30) Mas los fariseos y los
intérpretes de la ley desecharon los designios [intenciones, tendencias] de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
(Lc 7:31) TR [Y dijo el Señor:] ¿A qué, por lo tanto,
compararé los hombres de esta generación,
y a qué son semejantes?
(Lc 7:32) Semejantes son a los
muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: les tocamos
flauta, y no bailaron; les endechamos, y no lloraron.
(Lc 7:33) Porque vino Juan el
Bautista, que ni comía pan ni bebía
vino, y dicen: Demonio tiene.
(Lc 7:34) Vino el Hijo del Hombre,
que come y bebe, y dicen: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de
publicanos [recaudadores
de impuestos] y de pecadores.
(Lc 7:35) Mas la sabiduría es justificada por
todos sus hijos.
Jesús en casa
del fariseo Simón
(Lc 7:36) Uno de los fariseos rogó a
Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la
mesa.
(Lc 7:37) Entonces una mujer de la
ciudad, que era pecadora, al saber que
Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con
perfume;
(Lc 7:38) y estando detrás de él a
sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con
sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
(Lc 7:39) Cuando vio esto el fariseo
que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le
toca, que es pecadora.
(Lc 7:40) Entonces respondiendo
Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
(Lc 7:41) Un acreedor tenía dos
deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
(Lc 7:42) y no teniendo ellos con
qué pagar, perdonó a ambos. Di, por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?
(Lc 7:43) Respondiendo Simón, dijo:
Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
(Lc 7:44) Y vuelto a la mujer, dijo
a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies;
mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
(Lc 7:45) No me diste beso; mas
ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
(Lc 7:46) No ungiste mi cabeza con
aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
(Lc 7:47) Por lo cual te digo que
sus muchos pecados le son perdonados,
porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
(Lc 7:48) Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
(Lc 7:49) Y los que estaban
juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que
también perdona pecados?
(Lc 7:50) Pero él dijo a la mujer:
Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Mujeres que
sirven a Jesús
(Lc 8:1) Sucedió después, que Jesús
iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con
él,
(Lc 8:2) y algunas mujeres que
habían sido sanadas de espíritus malos
y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido
siete demonios,
(Lc 8:3) Juana, mujer de Chuza
intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
Parábola del
sembrador
(Mt 13:1-15; 18-23; Mr
4:1-20)
(Lc 8:4) Juntándose una gran
multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
(Lc 8:5) El sembrador salió a
sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue
pisoteada [hollada], y las aves del cielo la comieron.
(Lc 8:6) Otra parte cayó sobre la
piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
(Lc 8:7) Otra parte cayó entre
espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
(Lc 8:8) Y otra parte cayó en buena
tierra, y nació y llevó fruto a ciento
por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír,
escuche.
(Lc 8:9) Y sus discípulos le
preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
(Lc 8:10) Y él dijo: A ustedes les
es dado conocer los misterios del reino
de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no
entiendan.
(Lc 8:11) Esta es, por lo tanto, la
parábola: La semilla es la palabra de Dios.
(Lc 8:12) Y los de junto al camino
son los que oyen, y luego viene el diablo
y quita de su corazón la palabra, para
que no crean y se salven.
(Lc 8:13) Los de sobre la piedra son
los que habiendo escuchado, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen
raíces; creen por algún tiempo, y en el
tiempo de la prueba
se apartan.
(Lc 8:14) La que cayó entre espinos,
éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
(Lc 8:15) Mas la que cayó en buena
tierra, éstos son los que con corazón
bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto
con perseverancia.
Nada oculto
que no haya de manifestarse
(Mr 4:21-25)
(Lc 8:16) Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone
debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran
vean la luz.
(Lc 8:17) Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser
conocido, y de salir a luz.
(Lc 8:18) Observen, por lo tanto,
cómo oyen; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene,
aun lo que piensa tener se le quitará.
La madre y
los hermanos de Jesús
(Mt 12:46-50; Mr 3:31-35)
(Lc 8:19) Entonces su madre y sus
hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la
multitud.
(Lc 8:20) Y se le avisó, diciendo:
Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
(Lc 8:21) Él entonces respondiendo,
les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la
hacen.
Jesús calma
la tempestad
(Mt 8:23-27; Mr 4:35-41)
(Lc 8:22) Sucedió un día, que entró
en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y
partieron.
(Lc 8:23) Pero mientras navegaban,
él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
(Lc 8:24) Y vinieron a él y le
despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él,
reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
(Lc 8:25) Y les dijo: ¿Dónde está su
[de ustedes] fe? Y atemorizados, se
maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y
a las aguas manda, y le obedecen?
El
endemoniado de Gadara
(Mt 8:28-34; Mr 5:1-20)
(Lc 8:26) Y arribaron a la tierra de
los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
(Lc 8:27) Al llegar él a tierra,
vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado «desde hacía» mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa,
sino en los sepulcros.
(Lc 8:28) Este, al ver a Jesús,
lanzó un gran grito, y postrándose «a sus pies» exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
(Lc 8:29) (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre,
puesto que hacía mucho tiempo que se
había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las
cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
(Lc 8:30) Y le preguntó Jesús,
diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían
entrado en él.
(Lc 8:31) Y le rogaban que no los
mandase ir al abismo.
(Lc 8:32) Había allí un hato de
muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en
ellos; y les dio permiso.
(Lc 8:33) Y los demonios, salidos
del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero
al lago, y se ahogó.
(Lc 8:34) Y los que apacentaban los
cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en
la ciudad y por los campos.
(Lc 8:35) Y salieron a ver lo que
había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido
los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y
tuvieron miedo.
(Lc 8:36) Y los que lo habían visto,
les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
(Lc 8:37) Entonces toda la multitud
de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos,
puesto que tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
(Lc 8:38) Y el hombre de quien
habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le
despidió, diciendo:
(Lc 8:39) Vuélvete a tu casa, y
cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por
toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Jesús
resucita a la hija de Jairo
(Mt 9:18-26; Mr 5:21-43)
(Lc 8:40) Cuando volvió Jesús, le
recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
(Lc 8:41) Entonces vino un varón
llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de
Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
(Lc 8:42) porque tenía una hija
única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y
mientras iba, la multitud le oprimía.
(Lc 8:43) Pero una mujer que padecía
de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por
ninguno había podido ser curada,
(Lc 8:44) se le acercó por detrás y
tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
(Lc 8:45) Entonces Jesús dijo:
¿Quién es el que me ha tocado? Y negando
todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro,
la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
(Lc 8:46) Pero Jesús dijo: Alguien
me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
(Lc 8:47) Entonces, cuando la mujer
vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose
a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué
causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
(Lc 8:48) Y él le dijo: Hija TM [anímate], tu fe te ha salvado; ve en paz.
(Lc 8:49) Estaba hablando aún,
cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle : Tu hija ha
muerto; no molestes más al Maestro.
(Lc 8:50) Oyéndolo Jesús, le
respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
(Lc 8:51) Entrando en la casa, no
dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la
madre de la niña.
(Lc 8:52) Y lloraban todos y hacían
lamentación por ella. Pero él dijo: No lloren; no está muerta, sino que duerme.
(Lc 8:53) Y se burlaban de él,
sabiendo que estaba muerta.
(Lc 8:54) Mas él TM [habiendo echado a
todos], tomándola de la
mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.
(Lc 8:55) Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó;
y él mandó que se le diese de comer.
(Lc 8:56) Y sus padres estaban
atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Jesús envía
con autoridad a sus discípulos
(Mt 10:5-15; Mr 6:7-13)
(Lc 9:1) Habiendo reunido a sus
doce discípulos, les dio poder y autoridad
sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
(Lc 9:2) Y los envió a predicar el
reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
(Lc 9:3) Y les dijo: No tomen nada
para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan,
ni dinero; ni lleven dos túnicas.
(Lc 9:4) Y en cualquier casa donde
entren, queden allí, y de allí salgan.
(Lc 9:5) Y dondequiera que no les
recibieren, salgan de aquella ciudad, y sacudan el polvo de sus [de ustedes] pies en testimonio contra
ellos.
(Lc 9:6) Y saliendo, pasaban por
todas las aldeas, anunciando el evangelio
y sanando por todas partes.
Muerte de
Juan el bautista
(Mt 14:1-12; Mr 6:14-29)
(Lc 9:7) Herodes el tetrarca oyó de
todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos :
Juan ha resucitado de los muertos;
(Lc 9:8) otros : Elías ha
aparecido; y otros : Algún profeta de
los antiguos ha resucitado.
(Lc 9:9) Y dijo Herodes: A Juan yo
le hice decapitar; ¿quién, por lo tanto, es éste, de quien oigo tales cosas? Y
procuraba verle.
Alimentación
de los cinco mil
(Mt 14:13-21; Mr 6:30-44;
Jn 6:1-14)
(Lc 9:10) Vueltos los apóstoles, le
contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró «aparte,» a un lugar desierto de la
ciudad llamada Betsaida.
(Lc 9:11) Y cuando la gente lo supo,
le siguió; y él les recibió, y les
hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
(Lc 9:12) Pero el día comenzaba a
declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que
vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos;
porque aquí estamos en lugar desierto.
(Lc 9:13) Él les dijo: Denles
ustedes de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos
pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta
multitud.
(Lc 9:14) Y eran como cinco mil
hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Háganlos sentar en grupos, de
cincuenta en cincuenta.
(Lc 9:15) Así lo hicieron,
haciéndolos sentar a todos.
(Lc 9:16) Y tomando los cinco panes
y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y
dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
(Lc 9:17) Y comieron todos, y se
saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
La
declaración de Pedro
(Mt 16:13-20; Mr 8:27-30)
(Lc 9:18) Sucedió que mientras Jesús
oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les
preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
(Lc 9:19) Ellos respondieron: Unos,
Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
(Lc 9:20) Él les dijo: ¿Y ustedes,
quién dicen que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
(Lc 9:21) Pero él les mandó que a
nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
Jesús anuncia
su muerte y resurrección
(Mt 7:24-27)
(Lc 9:22) y diciendo : Es necesario
que el Hijo del Hombre sufra [padezca] muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales
sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
(Lc 9:23) Y decía a todos: Si alguno
quiere venir detrás [en pos] de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
TR [cada día], y sígame.
(Lc 9:24) Porque todo el que quiera
salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
(Lc 9:25) Por lo tanto ¿qué
aprovecha al hombre, si gana todo el mundo,
y se destruye o se pierde a sí mismo?
(Lc 9:26) Porque el que se
avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre
cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
(Lc 9:27) Pero les digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la
muerte hasta que vean el reino de Dios.
La
transformación
(Mt 17:1-8; Mr 9:2-8)
(Lc 9:28) Sucedió como ocho días
después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar.
(Lc 9:29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo
otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
(Lc 9:30) Y he aquí dos varones que
hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
(Lc 9:31) quienes aparecieron
rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en
Jerusalén.
(Lc 9:32) Y Pedro y los que estaban
con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo
despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
(Lc 9:33) Y sucedió que apartándose
ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro,
bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti,
una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
(Lc 9:34) Mientras él decía esto,
vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
(Lc 9:35) Y vino una voz desde la
nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él escuchen.
(Lc 9:36) Y cuando cesó la voz,
Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a
nadie de lo que habían visto.
Jesús sana a
un muchacho endemoniado
(Mt 17:14-21; Mr 9:14-29)
(Lc 9:37) Al día siguiente, cuando
descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
(Lc 9:38) Y he aquí, un hombre de la
multitud clamó diciendo: Maestro, te
ruego que veas a mi hijo, puesto que es el único que tengo;
(Lc 9:39) y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le
sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se
aparta de él.
(Lc 9:40) Y rogué a tus discípulos
que le echasen fuera, y no pudieron.
(Lc 9:41) Respondiendo Jesús, dijo:
¡Oh generación incrédula y perversa!
¿Hasta cuándo he de estar con ustedes, y les he de soportar? Trae acá a tu
hijo.
(Lc 9:42) Y mientras se acercaba el
muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús
reprendió al espíritu inmundo, y sanó
al muchacho, y se lo devolvió a su padre.
(Lc 9:43) Y todos se admiraban de la
grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía TM [Jesús], dijo a sus discípulos:
Jesús anuncia
otra vez su muerte
(Mt 17:22-23; Mr 9:30-32)
(Lc 9:44) Hagan que les penetren
bien en los oídos estas palabras; porque sucederá que el Hijo del Hombre será
entregado en manos de hombres.
(Lc 9:45) Mas ellos no entendían
estas declaraciones, puesto que les estaban veladas para que no las
entendiesen; y temían preguntarle sobre esas declaraciones.
¿Quien es el
mayor?
(Mt 18:1-5; Mr 9:33-37)
(Lc 9:46) Entonces entraron en
discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
(Lc 9:47) Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño
y lo puso junto a sí,
(Lc 9:48) y les dijo: Cualquiera que
reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a
mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos ustedes,
ése es el más grande.
Por nosotros
es
(Mr 9:38-40)
(Lc 9:49) Entonces respondiendo
Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno
que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con
nosotros.
(Lc 9:50) Jesús le dijo: No se lo
prohíban; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Jesús
reprende a Jacobo y a Juan
(Lc 9:51) Cuando se cumplió el
tiempo en que él había de ser recibido
arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
(Lc 9:52) Y envió mensajeros «delante de él,» los cuales fueron y
entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
(Lc 9:53) Mas no le recibieron,
porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
(Lc 9:54) Viendo esto sus discípulos
Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del
cielo, como hizo Elías, y los consuma?
(Lc 9:55) Entonces volviéndose él,
los reprendió, diciendo: Ustedes no saben de qué espíritu
son;
(Lc 9:56) porque el Hijo del Hombre
no ha venido para perder las almas de
los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
Lo que cuesta
seguir a Jesús
(Mt 7:24-27)
(Lc 9:57) Yendo ellos, uno le dijo
en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
(Lc 9:58) Y le dijo Jesús: Las
zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre
no tiene dónde recostar la cabeza.
(Lc 9:59) Y dijo a otro: Sígueme. Él
le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
(Lc 9:60) Jesús le dijo: Deja que
los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
(Lc 9:61) Entonces también dijo
otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en
mi casa.
(Lc 9:62) Y Jesús le dijo: Ninguno
que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de
Dios.
Jesús envía a
setenta
(Lc 10:1) Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a
quienes envió «de dos en dos» «delante de él» a toda ciudad y lugar
adonde él había de ir.
(Lc 10:2) Y les decía: La mies de hecho es mucha, mas los obreros pocos; por
tanto, rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
(Lc 10:3) Vayan; he aquí yo los envío como corderos en medio de lobos.
(Lc 10:4) No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saluden por el
camino.
(Lc 10:5) En cualquier casa donde entren, primeramente digan: Paz sea a esta casa.
(Lc 10:6) Y si hubiere allí algún hijo de paz,
su [de ustedes] paz reposará sobre él; y si no,
se volverá a ustedes.
(Lc 10:7) Y posen en aquella misma casa, comiendo y bebiendo «lo que les den;» porque el obrero es digno
de su salario. No se pasen de casa en casa.
(Lc 10:8) En cualquier ciudad donde entren, y les reciban, coman lo que les
pongan delante;
(Lc 10:9) y sanen a los enfermos que en ella haya, y díganles: Se ha acercado a
ustedes el reino de Dios.
(Lc 10:10) Mas en cualquier ciudad donde entren, y no les reciban, saliendo por
sus calles, digan:
(Lc 10:11) Aun el polvo de su [de ustedes] ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes.
Pero esto sepan, que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.
(Lc 10:12) Y les digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
Ciudades
impenitentes
(Mt 11:20-24)
(Lc 10:13) ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza,
se habrían arrepentido.
(Lc 10:14) Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo
para Tiro y Sidón, que para ustedes.
(Lc 10:15) Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
(Lc 10:16) El que a ustedes oye, a mí me oye; y el que a ustedes desecha, a mí me
desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
El regreso de
los setenta
(Lc 10:17) Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se
nos sujetan en tu nombre.
(Lc 10:18) Y les dijo: Yo veía a Satanás
caer del cielo como un rayo.
(Lc 10:19) He aquí les doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada les dañará.
(Lc 10:20) Pero no se regocijen de que los espíritus
se les sujetan, sino regocíjense de que sus [de ustedes] nombres están escritos en los cielos.
Jesús se
alegra
(Mt 11:25-27; 13:16-17)
(Lc 10:21) En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has
revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
(Lc 10:22) Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién
es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo lo quiera revelar.
(Lc 10:23) Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Dichosos [afortunados, bienaventurados] los ojos que ven lo que ustedes ven;
(Lc 10:24) porque les digo que muchos profetas
y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que oyen, y
no lo oyeron.
El buen
samaritano
(Lc 10:25) Y he aquí un intérprete de la ley
se levantó y dijo, para probarle: Maestro,
¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
(Lc 10:26) Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley?
¿Cómo lees?
(Lc 10:27) Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
(Lc 10:28) Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
(Lc 10:29) Pero él, queriendo justificarse
a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
(Lc 10:30) Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y
cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto.
(Lc 10:31) Sucedió que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó
de largo.
(Lc 10:32) Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de
largo.
(Lc 10:33) Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia;
(Lc 10:34) y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y
poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
(Lc 10:35) Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le
dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
(Lc 10:36) ¿Quién, por lo tanto, de estos tres te parece que fue el prójimo del
que cayó en manos de los ladrones?
(Lc 10:37) Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve,
y haz tú lo mismo.
Jesús visita
a Marta y a María
(Lc 10:38) Sucedió que «yendo de camino,» entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
(Lc 10:39) Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los
pies de Jesús, oía su palabra.
(Lc 10:40) Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo:
Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, por lo
tanto, que me ayude.
(Lc 10:41) Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con
muchas cosas.
(Lc 10:42) Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la
cual no le será quitada.
Jesús enseña
a orar
(Mt 6:9-15; 7:7-11)
(Lc 11:1) Sucedió que estaba Jesús orando
en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos
a orar, como también Juan enseñó a sus
discípulos.
(Lc 11:2) Y les dijo: Cuando oren, digan:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu
reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra.
(Lc 11:3) El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
(Lc 11:4) Y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal.
(Lc 11:5) Les dijo también: ¿Quién de ustedes que tenga un amigo, va a él a
medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
(Lc 11:6) porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle
delante;
(Lc 11:7) y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta
ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y
dártelos?
(Lc 11:8) les digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin
embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.
(Lc 11:9) Y yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se
les abrirá.
(Lc 11:10) Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá.
(Lc 11:11) ¿Qué padre de ustedes, si su hijo le pide
pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, «en lugar de» pescado, le dará una serpiente?
(Lc 11:12) ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
(Lc 11:13) Por lo tanto si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus [de ustedes] hijos, ¿cuánto más su [de ustedes] Padre celestial dará el Espíritu
Santo a los que se lo pidan?
Una casa dividida
contra sí misma
(Mt 12:22-30; Mr 3:20-27)
(Lc 11:14) Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y sucedió que
salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló.
(Lc 11:15) Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios,
echa fuera los demonios.
(Lc 11:16) Otros, para tentarle, le pedían señal
del cielo.
(Lc 11:17) Mas él, conociendo los pensamientos
de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado [devastado, destruido]; y una casa dividida contra sí misma, cae.
(Lc 11:18) Y si también Satanás está
dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá
su reino? ya que dicen que por Beelzebú echo yo fuera los demonios.
(Lc 11:19) Por lo tanto si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿sus [de ustedes] hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán sus [de ustedes] jueces.
(Lc 11:20) Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el
reino de Dios ha llegado a ustedes.
(Lc 11:21) Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
(Lc 11:22) Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus
armas en que confiaba, y reparte el botín.
(Lc 11:23) El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge,
desparrama.
El espíritu
inmundo que vuelve
(Mt 12:43-45)
(Lc 11:24) Cuando el espíritu inmundo sale
del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice:
Volveré a mi casa de donde salí.
(Lc 11:25) Y cuando llega, la halla barrida y adornada.
(Lc 11:26) Entonces va, y toma otros siete espíritus
peores que él; y entrados, habitan [residen,
moran] allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
Los que en
verdad son dichosos
(Lc 11:27) Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó
la voz y le dijo: Dichoso [afortunado,
bienaventurado] el vientre que te trajo, y
los senos que mamaste.
(Lc 11:28) Y él dijo: Antes dichosos [afortunados,
bienaventurados] los que oyen la palabra de
Dios, y la guardan.
La generación
perversa demanda señal
(Mt 12:22-30; Mr 3:20-27)
(Lc 11:29) Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal
no le será dada, sino la señal de
Jonás TM [el profeta].
(Lc 11:30) Porque así como Jonás fue señal
a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.
(Lc 11:31) La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino
de los fines de la tierra para oír la sabiduría de
Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.
(Lc 11:32) Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la
predicación de Jonás se arrepintieron,
y he aquí más que Jonás «en este lugar.»
La lámpara
del cuerpo
(Mt 6:22-23)
(Lc 11:33) Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en
el candelero, para que los que entran vean la luz.
(Lc 11:34) La lámpara del cuerpo es el
ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo
está lleno de luz; pero cuando tu ojo
es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
(Lc 11:35) Mira por lo tanto, no suceda que la luz
que en ti hay, sea tinieblas.
(Lc 11:36) Así que, si todo tu cuerpo está
lleno de luz, no teniendo parte alguna
de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su
resplandor.
Jesús acusa a
fariseos e intérpretes
(Mt 23:1-36; Mr 12:38-40; Lc 20:45-47)
(Lc 11:37) Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y
entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
(Lc 11:38) El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes
de comer.
(Lc 11:39) Pero el Señor le dijo: Ahora bien, ustedes los fariseos limpian lo de
fuera del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de rapacidad y de maldad.
(Lc 11:40) Necios [ignorantes, imprudentes, irracionales], ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
(Lc 11:41) Pero den limosna de lo que tienen, y entonces todo les será limpio.
(Lc 11:42) Mas ¡ay de ustedes, fariseos! que diezman la menta, y la ruda, y toda
hortaliza, y pasan por alto la justicia y el amor de Dios. Esto les era
necesario hacer, sin dejar aquello.
(Lc 11:43) ¡Ay de ustedes, fariseos! que aman las primeras sillas en las
sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
(Lc 11:44) ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! que son como sepulcros
que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
(Lc 11:45) Respondiendo uno de los intérpretes de la ley,
le dijo: Maestro, cuando dices esto,
también nos afrentas a nosotros.
(Lc 11:46) Y él dijo: ¡Ay de ustedes también, intérpretes de la ley! porque cargan a los hombres con cargas
que no pueden llevar, pero ustedes ni aun con un dedo las tocan.
(Lc 11:47) ¡Ay de ustedes, que edifican los sepulcros de los profetas a quienes mataron sus [de ustedes] padres!
(Lc 11:48) De modo que son testigos y consentidores de los hechos de sus [de ustedes] padres; porque de hecho ellos los mataron, y ustedes edifican sus sepulcros.
(Lc 11:49) Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos
matarán y a otros perseguirán,
(Lc 11:50) para que se demande de esta generación
la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la
fundación del mundo,
(Lc 11:51) desde la sangre de Abel hasta
la sangre de Zacarías, que murió entre
el altar y el templo; sí, les digo que será demandada de esta generación.
(Lc 11:52) ¡Ay de ustedes, intérpretes de la ley!
porque han quitado la llave de la ciencia;
ustedes mismos no entraron, y a los que entraban se lo impidieron.
(Lc 11:53) Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a
estrecharle «en gran manera,» y a provocarle a que hablase de muchas cosas;
(Lc 11:54) acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para
acusarle.