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RVI: LUCAS 1 - 11

Referencias para la lectura:

-       Texto ajustado al Texto Mayoritario y actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Vocablos del Texto Mayoritario que forman parte del texto bíblico. Señaladas entre corchetes TM [color azul].
-       Variantes del Textus Receptus que no forman parte del Texto Mayoritario. Señaladas entre corchetes TR [color rojo]

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del griego koiné.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.

LUCAS

Prefacio Introducción
(Lc 1:1) Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,

(Lc 1:2) tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,

(Lc 1:3) me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,

(Lc 1:4) para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

Anuncio del nacimiento de Juan
(Lc 1:5) Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.

(Lc 1:6) Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.

(Lc 1:7) Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran «ya de edad» avanzada.

(Lc 1:8) Sucedió que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase,

(Lc 1:9) conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor.

(Lc 1:10) Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.

(Lc 1:11) Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.

(Lc 1:12) Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.

(Lc 1:13) Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.

(Lc 1:14) Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;

(Lc 1:15) porque será grande delante del TM [Señor]. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.

(Lc 1:16) Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.

(Lc 1:17) E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

(Lc 1:18) Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.

(Lc 1:19) Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.

(Lc 1:20) Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.

(Lc 1:21) Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.

(Lc 1:22) Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo.

(Lc 1:23) Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa.

(Lc 1:24) Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo:

(Lc 1:25) Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.

Anuncio del nacimiento de Jesús
(Lc 1:26) Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

(Lc 1:27) a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

(Lc 1:28) Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Alégrate [Salve, saludos], engrandecida [llena de gracia, muy favorecida]! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

(Lc 1:29) Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.

(Lc 1:30) Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

(Lc 1:31) Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

(Lc 1:32) Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

(Lc 1:33) y reinará sobre la casa de Jacob «para siempre,» y su reino no tendrá fin.

(Lc 1:34) Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? puesto que no conozco varón.

(Lc 1:35) Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.

(Lc 1:36) Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;

(Lc 1:37) porque ninguna declaración será imposible para Dios.

(Lc 1:38) Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu declaración. Y el ángel se fue de su presencia.

María visita a Elisabet
(Lc 1:39) En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;

(Lc 1:40) y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.

(Lc 1:41) Y sucedió que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,

(Lc 1:42) y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.

(Lc 1:43) ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?

(Lc 1:44) Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

(Lc 1:45) Y dichosa [afortunada, bienaventurada] la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.

(Lc 1:46) Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;

(Lc 1:47) Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.

(Lc 1:48) Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Por lo tanto he aquí, desde ahora me dirán dichosa [afortunada, bienaventurada] todas las generaciones.

(Lc 1:49) Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre,

(Lc 1:50) Y su misericordia es de generación en generación A los que le temen.

(Lc 1:51) Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.

(Lc 1:52) Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes.

(Lc 1:53) A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos.

(Lc 1:54) Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia

(Lc 1:55) De la cual habló a nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia «para siempre.»

(Lc 1:56) Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.

Nacimiento de Juan el bautista
(Lc 1:57) Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.

(Lc 1:58) Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que TM [Señor] había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.

(Lc 1:59) Sucedió que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías;

(Lc 1:60) pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.

(Lc 1:61) Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.

(Lc 1:62) Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.

(Lc 1:63) Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.

(Lc 1:64) Al instante fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.

(Lc 1:65) Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas declaraciones.

(Lc 1:66) Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, por lo tanto, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.

Profecía de Zacarías
(Lc 1:67) Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:

(Lc 1:68) Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y rescatado [liberado, redimido] a su pueblo,

(Lc 1:69) Y nos levantó un cuerno [Rey poderoso] de Salvación En la casa de David su siervo,

(Lc 1:70) Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;

(Lc 1:71) Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;

(Lc 1:72) Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto;

(Lc 1:73) Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder

(Lc 1:74) Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos

(Lc 1:75) En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.

(Lc 1:76) Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;

(Lc 1:77) Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados,

(Lc 1:78) Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora,

(Lc 1:79) Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

(Lc 1:80) Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

El nacimiento de Jesús
 (Mt 1:18-25)
(Lc 2:1) Sucedió en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.

(Lc 2:2) Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.

(Lc 2:3) E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.

(Lc 2:4) Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;

(Lc 2:5) para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.

(Lc 2:6) Y sucedió que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.

(Lc 2:7) Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

El anuncio a los pastores
(Lc 2:8) Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.

(Lc 2:9) Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.

(Lc 2:10) Pero el ángel les dijo: No teman; porque he aquí les doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

(Lc 2:11) que les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.

(Lc 2:12) Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

(Lc 2:13) Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:

(Lc 2:14) ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

(Lc 2:15) Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, por lo tanto, hasta Belén, y veamos realmente esta declaración que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.

(Lc 2:16) Vinieron, por lo tanto, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

(Lc 2:17) Y al verlo, dieron a conocer la declaración de lo que se les había dicho acerca del niño.

(Lc 2:18) Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.

(Lc 2:19) Pero María guardaba todas estas declaraciones, meditándolas en su corazón.

(Lc 2:20) Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían escuchado y visto, como se les había dicho.

Circuncisión de Jesús en el templo
(Lc 2:21) Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.

(Lc 2:22) Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor

(Lc 2:23) (como está escrito en la ley del Señor : Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),

(Lc 2:24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.

(Lc 2:25) Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

(Lc 2:26) Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.

(Lc 2:27) Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,

(Lc 2:28) él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:

(Lc 2:29) Ahora, Amo [soberano], despides a tu esclavo en paz, Conforme a tu declaración;

(Lc 2:30) Porque han visto mis ojos tu salvación,

(Lc 2:31) La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;

(Lc 2:32) Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.

(Lc 2:33) Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.

(Lc 2:34) Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha

(Lc 2:35) (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

(Lc 2:36) Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, «de edad muy avanzada,» puesto que había vivido con su esposo siete años desde su virginidad,

(Lc 2:37) y era viuda hacía «ochenta y cuatro» años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

(Lc 2:38) Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación [rescate, redención] en Jerusalén.

El regreso a Nazaret
(Lc 2:39) Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

(Lc 2:40) Y el niño crecía y se fortalecía, TM [en Espíritu] y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.

Jesús se queda en el templo
(Lc 2:41) Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;

(Lc 2:42) y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.

(Lc 2:43) Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.

(Lc 2:44) Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;

(Lc 2:45) pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

(Lc 2:46) Y sucedió que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

(Lc 2:47) Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

(Lc 2:48) Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

(Lc 2:49) Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

(Lc 2:50) Mas ellos no entendieron las declaraciones que les habló.

(Lc 2:51) Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas declaraciones en su corazón.

(Lc 2:52) Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

Predicación de Juan el Bautista
 (Mt 3:1-12; Mr 1:1-8;  Jn 1:19-28)
(Lc 3:1) En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,

(Lc 3:2) y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino declaración de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

(Lc 3:3) Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,

(Lc 3:4) como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor; Enderecen sus sendas.

(Lc 3:5) Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados;

(Lc 3:6) Y verá toda carne la salvación de Dios.

(Lc 3:7) Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira [furia] venidera?

(Lc 3:8) Hagan, por lo tanto, frutos dignos de arrepentimiento, y no comiencen a decir dentro de ustedes mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque les digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

(Lc 3:9) Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.

(Lc 3:10) Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?

(Lc 3:11) Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.

(Lc 3:12) Vinieron también unos publicanos [recaudadores de impuestos] para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?

(Lc 3:13) Él les dijo: No exijan más de lo que les está ordenado.

(Lc 3:14) También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagan extorsión a nadie, ni calumnien; y conténtense con su [de ustedes] salario.

(Lc 3:15) Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo,

(Lc 3:16) respondió Juan, diciendo a todos: Yo de hecho les bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él les bautizará en Espíritu Santo y fuego.

(Lc 3:17) Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.

(Lc 3:18) Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

(Lc 3:19) Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,

(Lc 3:20) sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.

El bautismo de Jesús
 (Mt 3:13-17; Mr 1:9-11)
(Lc 3:21) Sucedió que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,

(Lc 3:22) y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Ascendencia de Jesús por Elí
 (Mt 1:1-17)
(Lc 3:23) Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se estimaba, de José, hijo de Elí,

(Lc 3:24) hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,

(Lc 3:25) hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,

(Lc 3:26) hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,

(Lc 3:27) hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,

(Lc 3:28) hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,

(Lc 3:29) hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,

(Lc 3:30) hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,

(Lc 3:31) hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,

(Lc 3:32) hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,

(Lc 3:33) hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,

(Lc 3:34) hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,

(Lc 3:35) hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,

(Lc 3:36) hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,

(Lc 3:37) hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,

(Lc 3:38) hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Jesús es tentado
 (Mt 4:1-11; Mr 1:12-13)
(Lc 4:1) Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto

(Lc 4:2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

(Lc 4:3) Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

(Lc 4:4) Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está : No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda declaración de Dios.

(Lc 4:5) Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.

(Lc 4:6) Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

(Lc 4:7) Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.

(Lc 4:8) Respondiendo Jesús, le dijo: «Vete de mí,» Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

(Lc 4:9) Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;

(Lc 4:10) porque escrito está : A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;

(Lc 4:11) y, En las manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.

(Lc 4:12) Respondiendo Jesús, le dijo : Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

(Lc 4:13) Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.

Jesús predica en Galilea
 (Mt 4:12-17; Mr 1:14-15)
(Lc 4:14) Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su noticia por toda la tierra de alrededor.

(Lc 4:15) Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

Jesús en Nazaret
 (Mt 13:53-58; Mr 6:1-6)
(Lc 4:16) Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día sábado [día de reposo o festivo] entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

(Lc 4:17) Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

(Lc 4:18) El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;

(Lc 4:19) A predicar el año agradable del Señor.

(Lc 4:20) Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

(Lc 4:21) Y comenzó a decirles : Hoy se ha cumplido esta Escritura «delante» de ustedes.

(Lc 4:22) Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?

(Lc 4:23) Él les dijo: Sin duda me dirán este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos escuchado que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.

(Lc 4:24) Y añadió: De cierto les digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.

(Lc 4:25) Y en verdad les digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;

(Lc 4:26) pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.

(Lc 4:27) Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.

(Lc 4:28) Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira [furia];

(Lc 4:29) y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.

(Lc 4:30) Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.

Jesús libera a un endemoniado
 (Mr 1:21-28)
(Lc 4:31) Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días sábados [días de reposo o festivos].

(Lc 4:32) Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

(Lc 4:33) Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,

(Lc 4:34) diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.

(Lc 4:35) Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno.

(Lc 4:36) Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

(Lc 4:37) Y su noticia se difundía por todos los lugares de los contornos.

Jesús sana a la suegra de Pedro
 (Mt 8:14-15; Mr 1:29-31)
(Lc 4:38) Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.

(Lc 4:39) E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.

Muchos sanados
 (Mt 8:16-17; Mr 1:32-34)
(Lc 4:40) Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.

(Lc 4:41) También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres TM [el Cristo] el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Jesús predicaba en Galilea
 (Mr 1:35-39)
(Lc 4:42) Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos.

(Lc 4:43) Pero él les dijo : Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.

(Lc 4:44) Y predicaba en las sinagogas de Galilea.

Una pesca milagrosa
 (Mt 4:18-22; Mr 1:16-20)
(Lc 5:1) Sucedió que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

(Lc 5:2) Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

(Lc 5:3) Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.

(Lc 5:4) Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echen sus [de ustedes] redes para pescar.

(Lc 5:5) Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu declaración echaré la red.

(Lc 5:6) Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.

(Lc 5:7) Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

(Lc 5:8) Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

(Lc 5:9) Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,

(Lc 5:10) y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

(Lc 5:11) Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.

Jesús limpia a un leproso
 (Mt 8:1-4; Mr 1:40-45)
(Lc 5:12) Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

(Lc 5:13) Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.

(Lc 5:14) Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.

(Lc 5:15) Pero su noticia se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades.

(Lc 5:16) Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.

Jesús sana a un paralítico
 (Mt 9:1-8; Mr 2:1-12)
(Lc 5:17) Sucedió un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar TM [a ellos].

(Lc 5:18) Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.

(Lc 5:19) Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, en presencia [delante] de Jesús.

(Lc 5:20) Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

(Lc 5:21) Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla injurias [calumnias, blasfemias]? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

(Lc 5:22) Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué cavilan en sus [de ustedes] corazones?

(Lc 5:23) ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

(Lc 5:24) Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

(Lc 5:25) Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.

(Lc 5:26) Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían : Hoy hemos visto maravillas.

Mateo ¡Sígueme!
 (Mt 9:9-13; Mr 2:13-17)
(Lc 5:27) Después de estas cosas salió, y vio a un publicano [recaudador de impuestos] llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.

(Lc 5:28) Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.

(Lc 5:29) Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos [recaudadores de impuestos] y de otros que estaban a la mesa con ellos.

(Lc 5:30) Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué  comen y beben con publicanos [recaudadores de impuestos] y pecadores?

(Lc 5:31) Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

(Lc 5:32) No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

Cuestión sobre el ayuno
 (Mt 9:14-17; Mr 2:18-22)
(Lc 5:33) Entonces ellos le dijeron: ¿Por  qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?

(Lc 5:34) Él les dijo: ¿Pueden acaso hacer que «los que están de bodas» ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?

(Lc 5:35) Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.

(Lc 5:36) Les dijo también una parábola : Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; puesto que si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.

(Lc 5:37) Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; «de otra manera,» el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.

(Lc 5:38) Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.

(Lc 5:39) Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.

Recogiendo espigas en un día de reposo
 (Mt 12:1-8; Mr 2:23-28)
(Lc 6:1) Sucedió en un día sábado [día de reposo o festivo] TM [segundo-primero], que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.

(Lc 6:2) Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacen lo que no es lícito hacer en los días sábados [días de reposo o festivos]?

(Lc 6:3) Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto han leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;

(Lc 6:4) cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?

(Lc 6:5) Y les decía : El Hijo del Hombre es Señor aun del día sábado [día de reposo o festivo].

El hombre de la mano seca
 (Mt 12:9-14; Mr 3:1-6)
(Lc 6:6) Sucedió también en otro día sábado [día de reposo o festivo], que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.

(Lc 6:7) Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día sábado [día de reposo o festivo] lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle.

(Lc 6:8) Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.

(Lc 6:9) Entonces Jesús les dijo: les preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día sábado [día de reposo o festivo] hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?

(Lc 6:10) Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada TM [como la otra].

(Lc 6:11) Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

Jesús elige a los doce apóstoles
 (Mt 10:1-4; Mr 3:13-19)
(Lc 6:12) En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

(Lc 6:13) Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:

(Lc 6:14) a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,

(Lc 6:15) Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote,

(Lc 6:16) Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.

Jesús atiende a una multitud
 (Mt 4:23-25)
(Lc 6:17) Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;

(Lc 6:18) y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados.

(Lc 6:19) Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.

Las bienaventuranzas
 (Mt 5:1-12)
(Lc 6:20) Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Dichosos [afortunados, bienaventurados] ustedes los pobres, porque suyo [de ustedes] es el reino de Dios.

(Lc 6:21) Dichosos [afortunados, bienaventurados] los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos [afortunados, bienaventurados] los que ahora lloran, porque reirán.

(Lc 6:22) Dichosos [afortunados, bienaventurados] serán cuando los hombres les aborrezcan, y cuando les aparten de sí, y les vituperen, y desechen su [de ustedes] nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.

(Lc 6:23) Gócense en aquel día, y alégrense, porque he aquí su [de ustedes] premio en recompensa [retribución] es grande en los cielos; porque «así» hacían sus padres con los profetas.

¡Ay de ustedes!
(Lc 6:24) Mas ¡ay de ustedes, ricos! porque ya tienen su [de ustedes] consuelo.

(Lc 6:25) ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados! porque tendrán hambre. ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen! porque lamentarán y llorarán.

(Lc 6:26) ¡Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes! porque «así» hacían sus padres con los falsos profetas.

Amen a sus enemigos
 ( Lc 5:38-48)
(Lc 6:27) Pero a ustedes los que oyen, les digo: Amen a sus [de ustedes] enemigos, hagan bien a los que les aborrecen;

(Lc 6:28) bendigan a los que les maldicen, y oren por los que les calumnian.

(Lc 6:29) Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.

(Lc 6:30) A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.

(Lc 6:31) Y como quieren que hagan los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos.

(Lc 6:32) Porque si aman a los que les aman, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores aman a los que los aman.

(Lc 6:33) Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores hacen lo mismo.

(Lc 6:34) Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.

(Lc 6:35) Amen, por lo tanto, a sus [de ustedes] enemigos, y hagan bien, y presten, no esperando de ello nada; y será su [de ustedes] premio en recompensa [retribución] grande, y serán hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.

(Lc 6:36) Sean, por lo tanto, misericordiosos, como también su [de ustedes] Padre es misericordioso.

No emitan juicio sobre los demás
 (Mt 7:1-5)
(Lc 6:37) No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados.

(Lc 6:38) Den, y se les dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en su [de ustedes] regazo; porque con la misma medida con que miden, les volverán a medir.

(Lc 6:39) Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

(Lc 6:40) El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.

(Lc 6:41) ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

(Lc 6:42) ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

Por sus frutos los conocerán
 (Mt 7:15-20)
(Lc 6:43) No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.

(Lc 6:44) Porque cada árbol se conoce por su fruto; puesto que no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.

(Lc 6:45) El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Los dos fundamentos
 (Mt 7:24-27)
(Lc 6:46) ¿Por qué me llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que yo digo?

(Lc 6:47) Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, les indicaré a quién es semejante.

(Lc 6:48) Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.

(Lc 6:49) Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.

Jesús sana al esclavo de un centurión
 (Mt 8:5-13)
(Lc 7:1) Después que hubo terminado todas sus declaraciones al pueblo que le oía, entró en Capernaum.

(Lc 7:2) Y el esclavo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.

(Lc 7:3) Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su esclavo.

(Lc 7:4) Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole : Es digno de que le concedas esto;

(Lc 7:5) porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.

(Lc 7:6) Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, puesto que no soy digno de que entres bajo mi techo;

(Lc 7:7) por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.

(Lc 7:8) Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace.

(Lc 7:9) Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

(Lc 7:10) Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al esclavo que había estado enfermo.

Jesús resucita al hijo de una viuda
(Lc 7:11) Sucedió después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

(Lc 7:12) Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.

(Lc 7:13) Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

(Lc 7:14) Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

(Lc 7:15) Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.

(Lc 7:16) Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo : Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y : Dios ha visitado a su pueblo.

(Lc 7:17) Y se extendió la noticia de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

Los mensajeros de Juan el bautista
 (Mt 11:2-19)
(Lc 7:18) Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,

(Lc 7:19) y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?

(Lc 7:20) Cuando, por lo tanto, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?

(Lc 7:21) En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.

(Lc 7:22) Y respondiendo Jesús, les dijo: vayan, hagan saber a Juan lo que han visto y escuchado : los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;

(Lc 7:23) y dichoso [afortunado, bienaventurado] es aquel que no halle tropiezo en mí.

(Lc 7:24) Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

(Lc 7:25) Mas ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.

(Lc 7:26) Mas ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.

(Lc 7:27) Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu rostro [faz, presencia], El cual preparará tu camino en presencia [delante] de ti.

(Lc 7:28) les digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

(Lc 7:29) Y todo el pueblo y los publicanos [recaudadores de impuestos], cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

(Lc 7:30) Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios [intenciones, tendencias] de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.

(Lc 7:31) TR [Y dijo el Señor:] ¿A qué, por lo tanto, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

(Lc 7:32) Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: les tocamos flauta, y no bailaron; les endechamos, y no lloraron.

(Lc 7:33) Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y dicen: Demonio tiene.

(Lc 7:34) Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos [recaudadores de impuestos] y de pecadores.

(Lc 7:35) Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Jesús en casa del fariseo  Simón
(Lc 7:36) Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.

(Lc 7:37) Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;

(Lc 7:38) y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

(Lc 7:39) Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

(Lc 7:40) Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.

(Lc 7:41) Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;

(Lc 7:42) y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?

(Lc 7:43) Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

(Lc 7:44) Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

(Lc 7:45) No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.

(Lc 7:46) No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

(Lc 7:47) Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

(Lc 7:48) Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.

(Lc 7:49) Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

(Lc 7:50) Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

Mujeres que sirven a Jesús
(Lc 8:1) Sucedió después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,

(Lc 8:2) y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

(Lc 8:3) Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.

Parábola del sembrador
 (Mt 13:1-15; 18-23; Mr 4:1-20)
(Lc 8:4) Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:

(Lc 8:5) El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue pisoteada [hollada], y las aves del cielo la comieron.

(Lc 8:6) Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.

(Lc 8:7) Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.

(Lc 8:8) Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, escuche.

(Lc 8:9) Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?

(Lc 8:10) Y él dijo: A ustedes les es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

(Lc 8:11) Esta es, por lo tanto, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.

(Lc 8:12) Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.

(Lc 8:13) Los de sobre la piedra son los que habiendo escuchado, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.

(Lc 8:14) La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.

(Lc 8:15) Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.

Nada oculto que no haya de manifestarse
 (Mr 4:21-25)
(Lc 8:16) Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.

(Lc 8:17) Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.

(Lc 8:18) Observen, por lo tanto, cómo oyen; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.

La madre y los hermanos de Jesús
 (Mt 12:46-50; Mr 3:31-35)
(Lc 8:19) Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.

(Lc 8:20) Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.

(Lc 8:21) Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

Jesús calma la tempestad
 (Mt 8:23-27; Mr 4:35-41)
(Lc 8:22) Sucedió un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.

(Lc 8:23) Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.

(Lc 8:24) Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.

(Lc 8:25) Y les dijo: ¿Dónde está su [de ustedes] fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

El endemoniado de Gadara
 (Mt 8:28-34; Mr 5:1-20)
(Lc 8:26) Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.

(Lc 8:27) Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado «desde hacía» mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.

(Lc 8:28) Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose «a sus pies» exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.

(Lc 8:29) (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, puesto que hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)

(Lc 8:30) Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.

(Lc 8:31) Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.

(Lc 8:32) Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.

(Lc 8:33) Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

(Lc 8:34) Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.

(Lc 8:35) Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.

(Lc 8:36) Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.

(Lc 8:37) Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, puesto que tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.

(Lc 8:38) Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:

(Lc 8:39) Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

Jesús resucita a la hija de Jairo
 (Mt 9:18-26; Mr 5:21-43)
(Lc 8:40) Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.

(Lc 8:41) Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;

(Lc 8:42) porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.

(Lc 8:43) Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,

(Lc 8:44) se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

(Lc 8:45) Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?

(Lc 8:46) Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.

(Lc 8:47) Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

(Lc 8:48) Y él le dijo: Hija TM [anímate], tu fe te ha salvado; ve en paz.

(Lc 8:49) Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle : Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.

(Lc 8:50) Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.

(Lc 8:51) Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.

(Lc 8:52) Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloren; no está muerta, sino que duerme.

(Lc 8:53) Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.

(Lc 8:54) Mas él TM [habiendo echado a todos], tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.

(Lc 8:55) Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.

(Lc 8:56) Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.

Jesús envía con autoridad a sus discípulos
 (Mt 10:5-15; Mr 6:7-13)
(Lc 9:1) Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.

(Lc 9:2) Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.

(Lc 9:3) Y les dijo: No tomen nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni lleven dos túnicas.

(Lc 9:4) Y en cualquier casa donde entren, queden allí, y de allí salgan.

(Lc 9:5) Y dondequiera que no les recibieren, salgan de aquella ciudad, y sacudan el polvo de sus [de ustedes] pies en testimonio contra ellos.

(Lc 9:6) Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

Muerte de Juan el bautista
 (Mt 14:1-12; Mr 6:14-29)
(Lc 9:7) Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos : Juan ha resucitado de los muertos;

(Lc 9:8) otros : Elías ha aparecido; y otros : Algún profeta de los antiguos ha resucitado.

(Lc 9:9) Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, por lo tanto, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.

Alimentación de los cinco mil
 (Mt 14:13-21; Mr 6:30-44; Jn 6:1-14)
(Lc 9:10) Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró «aparte,» a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.

(Lc 9:11) Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.

(Lc 9:12) Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.

(Lc 9:13) Él les dijo: Denles ustedes de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.

(Lc 9:14) Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Háganlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.

(Lc 9:15) Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.

(Lc 9:16) Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.

(Lc 9:17) Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.

La declaración de Pedro
 (Mt 16:13-20; Mr 8:27-30)
(Lc 9:18) Sucedió que mientras Jesús oraba aparte,  estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?

(Lc 9:19) Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.

(Lc 9:20) Él les dijo: ¿Y ustedes, quién dicen que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.

(Lc 9:21) Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,

Jesús anuncia su muerte y resurrección
 (Mt 7:24-27)
(Lc 9:22) y diciendo : Es necesario que el Hijo del Hombre sufra [padezca] muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.

(Lc 9:23) Y decía a todos: Si alguno quiere venir detrás [en pos] de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz TR [cada día], y sígame.

(Lc 9:24) Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

(Lc 9:25) Por lo tanto ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?

(Lc 9:26) Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.

(Lc 9:27) Pero les digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

La transformación
 (Mt 17:1-8; Mr 9:2-8)
(Lc 9:28) Sucedió como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

(Lc 9:29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.

(Lc 9:30) Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;

(Lc 9:31) quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

(Lc 9:32) Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.

(Lc 9:33) Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.

(Lc 9:34) Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.

(Lc 9:35) Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él escuchen.

(Lc 9:36) Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho endemoniado
 (Mt 17:14-21; Mr 9:14-29)
(Lc 9:37) Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.

(Lc 9:38) Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, puesto que es el único que tengo;

(Lc 9:39) y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.

(Lc 9:40) Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.

(Lc 9:41) Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con ustedes, y les he de soportar? Trae acá a tu hijo.

(Lc 9:42) Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.

(Lc 9:43) Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía TM [Jesús], dijo a sus discípulos:

Jesús anuncia otra vez su muerte
 (Mt 17:22-23; Mr 9:30-32)
(Lc 9:44) Hagan que les penetren bien en los oídos estas palabras; porque sucederá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.

(Lc 9:45) Mas ellos no entendían estas declaraciones, puesto que les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas declaraciones.

¿Quien es el mayor?
 (Mt 18:1-5; Mr 9:33-37)
(Lc 9:46) Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.

(Lc 9:47) Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,

(Lc 9:48) y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande.

Por nosotros es
 (Mr 9:38-40)
(Lc 9:49) Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.

(Lc 9:50) Jesús le dijo: No se lo prohíban; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

Jesús reprende a Jacobo y a Juan
(Lc 9:51) Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

(Lc 9:52) Y envió mensajeros «delante de él,» los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.

(Lc 9:53) Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.

(Lc 9:54) Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?

(Lc 9:55) Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Ustedes no saben de qué espíritu son;

(Lc 9:56) porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.

Lo que cuesta seguir a Jesús
 (Mt 7:24-27)
(Lc 9:57) Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.

(Lc 9:58) Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

(Lc 9:59) Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

(Lc 9:60) Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

(Lc 9:61) Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

(Lc 9:62) Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

Jesús envía a setenta
(Lc 10:1) Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió «de dos en dos» «delante de él» a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.

(Lc 10:2) Y les decía: La mies de hecho es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rueguen al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

(Lc 10:3) Vayan; he aquí yo los envío como corderos en medio de lobos.

(Lc 10:4) No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saluden por el camino.

(Lc 10:5) En cualquier casa donde entren, primeramente digan: Paz sea a esta casa.

(Lc 10:6) Y si hubiere allí algún hijo de paz, su [de ustedes] paz reposará sobre él; y si no, se volverá a ustedes.

(Lc 10:7) Y posen en aquella misma casa, comiendo y bebiendo «lo que les den;» porque el obrero es digno de su salario. No se pasen de casa en casa.

(Lc 10:8) En cualquier ciudad donde entren, y les reciban, coman lo que les pongan delante;

(Lc 10:9) y sanen a los enfermos que en ella haya, y díganles: Se ha acercado a ustedes el reino de Dios.

(Lc 10:10) Mas en cualquier ciudad donde entren, y no les reciban, saliendo por sus calles, digan:

(Lc 10:11) Aun el polvo de su [de ustedes] ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero esto sepan, que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.

(Lc 10:12) Y les digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.

Ciudades impenitentes
 (Mt 11:20-24)
(Lc 10:13) ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.

(Lc 10:14) Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para ustedes.

(Lc 10:15) Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida. 

(Lc 10:16) El que a ustedes oye, a mí me oye; y el que a ustedes desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.

El regreso de los setenta
(Lc 10:17) Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.

(Lc 10:18) Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

(Lc 10:19) He aquí les doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada les dañará.

(Lc 10:20) Pero no se regocijen de que los espíritus se les sujetan, sino regocíjense de que sus [de ustedes] nombres están escritos en los cielos.

Jesús se alegra
 (Mt 11:25-27; 13:16-17)
(Lc 10:21) En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.

(Lc 10:22) Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

(Lc 10:23) Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Dichosos [afortunados, bienaventurados] los ojos que ven lo que ustedes ven;

(Lc 10:24) porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que oyen, y no lo oyeron.

El buen samaritano
(Lc 10:25) Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?

(Lc 10:26) Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

(Lc 10:27) Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

(Lc 10:28) Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

(Lc 10:29) Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

(Lc 10:30) Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.

(Lc 10:31) Sucedió que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.

(Lc 10:32) Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.

(Lc 10:33) Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;

(Lc 10:34) y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

(Lc 10:35) Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.

(Lc 10:36) ¿Quién, por lo tanto, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

(Lc 10:37) Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

Jesús visita a Marta y a María
(Lc 10:38) Sucedió que «yendo de camino,» entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.

(Lc 10:39) Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.

(Lc 10:40) Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, por lo tanto, que me ayude.

(Lc 10:41) Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.

(Lc 10:42) Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Jesús enseña a orar
 (Mt 6:9-15; 7:7-11)
(Lc 11:1) Sucedió que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

(Lc 11:2) Y les dijo: Cuando oren, digan: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

(Lc 11:3) El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

(Lc 11:4) Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

(Lc 11:5) Les dijo también: ¿Quién de ustedes que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

(Lc 11:6) porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;

(Lc 11:7) y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?

(Lc 11:8) les digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.

(Lc 11:9) Y yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá.

(Lc 11:10) Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

(Lc 11:11) ¿Qué padre de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, «en lugar de» pescado, le dará una serpiente?

(Lc 11:12) ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

(Lc 11:13) Por lo tanto si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus [de ustedes] hijos, ¿cuánto más su [de ustedes] Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Una casa dividida contra sí misma
 (Mt 12:22-30; Mr 3:20-27)
(Lc 11:14) Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y sucedió que salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló.

(Lc 11:15) Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.

(Lc 11:16) Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo.

(Lc 11:17) Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado [devastado, destruido]; y una casa dividida contra sí misma, cae.

(Lc 11:18) Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que dicen que por Beelzebú echo yo fuera los demonios.

(Lc 11:19) Por lo tanto si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿sus [de ustedes] hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán sus [de ustedes] jueces.

(Lc 11:20) Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.

(Lc 11:21) Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.

(Lc 11:22) Pero cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte el botín.

(Lc 11:23) El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.

El espíritu inmundo que vuelve
 (Mt 12:43-45)
(Lc 11:24) Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.

(Lc 11:25) Y cuando llega, la halla barrida y adornada.

(Lc 11:26) Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan [residen, moran] allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.

Los que en verdad son dichosos
(Lc 11:27) Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Dichoso [afortunado, bienaventurado] el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.

(Lc 11:28) Y él dijo: Antes dichosos [afortunados, bienaventurados] los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.

La generación perversa demanda señal
 (Mt 12:22-30; Mr 3:20-27)
(Lc 11:29) Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás TM [el profeta].

(Lc 11:30) Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.

(Lc 11:31) La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.

(Lc 11:32) Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás «en este lugar.»

La lámpara del cuerpo
 (Mt 6:22-23)
(Lc 11:33) Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.

(Lc 11:34) La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.

(Lc 11:35) Mira por lo tanto, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas.

(Lc 11:36) Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

Jesús acusa a fariseos e intérpretes
  (Mt 23:1-36; Mr 12:38-40; Lc 20:45-47)
(Lc 11:37) Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.

(Lc 11:38) El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.

(Lc 11:39) Pero el Señor le dijo: Ahora bien, ustedes los fariseos limpian lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de rapacidad y de maldad.

(Lc 11:40) Necios [ignorantes, imprudentes, irracionales], ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?

(Lc 11:41) Pero den limosna de lo que tienen, y entonces todo les será limpio.

(Lc 11:42) Mas ¡ay de ustedes, fariseos! que diezman la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasan por alto la justicia y el amor de Dios. Esto les era necesario hacer, sin dejar aquello.

(Lc 11:43) ¡Ay de ustedes, fariseos! que aman las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.

(Lc 11:44) ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! que son como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.

(Lc 11:45) Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.

(Lc 11:46) Y él dijo: ¡Ay de ustedes también, intérpretes de la ley! porque cargan a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero ustedes ni aun con un dedo las tocan.

(Lc 11:47) ¡Ay de ustedes, que edifican los sepulcros de los profetas a quienes mataron sus [de ustedes] padres!

(Lc 11:48) De modo que son testigos y consentidores de los hechos de sus [de ustedes] padres; porque de hecho ellos los mataron, y ustedes edifican sus sepulcros.

(Lc 11:49) Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,

(Lc 11:50) para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo,

(Lc 11:51) desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, les digo que será demandada de esta generación.

(Lc 11:52) ¡Ay de ustedes, intérpretes de la ley! porque han quitado la llave de la ciencia; ustedes mismos no entraron, y a los que entraban se lo impidieron.

(Lc 11:53) Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle «en gran manera,» y a provocarle a que hablase de muchas cosas;

(Lc 11:54) acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle. 

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